Ignacio de Antioquía

[5]​ Es autor de siete cartas que redactó en el transcurso de unas pocas semanas, mientras era conducido desde Siria a Roma para ser ejecutado o, como él mismo escribió: Su arresto y ejecución se produjeron a comienzos del siglo II.

Ignacio no pretendía informar en sus escritos sobre una situación que sus interlocutores ya conocían de primera mano, sino ofrecer consejo y reflexión.

Si en un primer momento Ignacio fue recordado por su persona y por su historia, hoy se le recuerda principalmente por sus cartas.

Más allá del siglo V y lejos de Antioquía ya no se han encontrado noticias fiables.

No tenía buena reputación pues gran parte de su economía estaba orientada al ocio y el disfrute.

Los Hechos de los Apóstoles narran que, cuando Pablo se declaró ciudadano romano, los soldados le retiraron inmediatamente las cadenas, temerosos por haber infringido la ley (Hch 22, 29).

El Martirio colbertino describe sucintamente que Ignacio embarcó en la vecina Seleucia y llegó directamente a Esmirna, «después de grandes fatigas».

Desde allí, podrían haber descendido por el valle del río Meandro hasta la costera ciudad de Éfeso.

Según el Martirio colbertino, ambos «habían sido en otro tiempo discípulos u oyentes del Apóstol Juan», posibilidad que Jerónimo de Estridón también considera.

Su intención al escribirlas era combatir las «falsas doctrinas» que, según él, amenazaban a las comunidades y reforzar con su apoyo la autoridad de los obispos locales.

Por una parte, el obispo Damas era muy joven y aunque, según Ignacio, los presbíteros no se aprovechaban de esa circunstancia (Ad Magn.

Más que un final, la muerte representaba para él una transformación radical y positiva: O también un nuevo nacimiento: «Mi parto es inminente» (Ad Rom.

En un principio, las iglesias cristianas estaban organizadas como núcleos más o menos independientes entre las que sobresalían, a modo de hermanos mayores, aquellas ubicadas en las ciudades importantes.

Pero no son tan solo el saludo o algunos comentarios aislados los que demuestran la singularidad de esta carta.

Mientras está el altar preparado: no me concedáis otras cosas del que yo sea derramado como una libación a Dios.

11, 1) y el del diácono Burro, cuya presencia está atestiguada porque redactará las restantes cartas de Ignacio.

Es difícil explicar que todas las comunidades de Asia referidas por Ignacio padeciesen al mismo tiempo estos problemas.

Así, mientras la carta a los tralianos desarrolla una polémica antidoceta, en Magnesia y Filadelfia arremete contra el judaísmo.

Esto ha llevado a formular la hipótesis de que en Asia coexistían dos grupos o tendencias opuestas al cristianismo defendido por Ignacio.

Tal vez lo hizo por mar, rodeando la península itálica, como narra el Martirio colbertino, llenando con imaginación la ignorancia de lo sucedido.

La segunda consecuencia es que reforzaría la hipótesis del origen sirio de este evangelio, insinuado también por otros escritos como la Didaché.

La siguiente mención es obra de un testigo indirecto pero igualmente privilegiado que había conocido en su juventud a Policarpo.

Las Constituciones apostólicas parten por el medio y afirman que Evodio fue ordenado por Pedro e Ignacio por Pablo.

Durante el tiempo de su presbiterio en Antioquía, Juan Crisóstomo compuso un idealizado panegírico que fue declamado junto al sepulcro del mártir.

La polémica, hoy sostenida por eruditos, no se centra tanto en la autenticidad de las cartas como en otras cuestiones.

Esta colección estaba compuesta de trece cartas escritas en latín, las siete que citaba Eusebio y otras seis desconocidas hasta entonces.

Esta última tardó unas décadas en aparecer y fue localizada en 1689 por Ruinart en un códice colbertino, el Parisinus Graecus 1451, conservado hoy en la Biblioteca Nacional de París.

La recensión media quedó entonces conformada por las siete cartas eusebianas, que ahora se conocían en una versión griega y otra latina, coincidentes en lo esencial.

En cualquier caso, su autenticidad siguió cuestionándose durante los siguientes dos siglos debido a la teología pro-católica que contenían.

En el último cuarto del siglo XIX, eruditos como Zahn, Funk, Lightfoot y Adolf von Harnack defendieron la autenticidad única de la «recensión media», alegando diversos motivos para descartar las otras dos.

Ireneo de Lyon , una de las fuentes de información sobre Ignacio.
Martirio de Ignacio de Antioquía.
Bernabé, el apóstol, según la tradición, uno de los fundadores de la comunidad cristiana de Antioquía de la que Ignacio llegó a ser obispo.
Busto de Trajano , conservado en la Gliptoteca de Múnich .
El Coliseo romano , donde iba a ser conducido Ignacio.
Vidriera sur de la catedral católica de san Canicio de Kilkenny representando el pasaje de Mateo 18.
Foto satélite del golfo de Esmirna .
Casa de la Virgen María a las afueras de Éfeso .
Tetradracma de plata de la ciudad de Magnesia del Meandro .
Mapa de la zona con las ciudades de Éfeso , Magnesia del Meandro , Trales y Esmirna .
Recreación idealizada de unos mártires cristianos momentos antes de ser echados a la arena.
Localización de la Tróade.
Policarpo , obispo de Esmirna, Padre Apóstólico , amigo y discípulo de Ignacio.
Antigua ruta de la Vía Egnatia .
Miniatura representando a san Juan , con su característica águila, escribiendo el Evangelio .
Basílica B vista del suroeste, y acrópolis al fondo, en la localidad de Filipos .
El cardenal católico César Baronio .
Estatua de Juan Calvino , uno de los detractores protestantes de la recensión larga de las cartas.
James Ussher , descubridor de la versión latina de la recensión media.