Originalmente, un monasterio era la "célula", o pequeño y retirado albergue de un ermitaño, un individuo que se "retiraba del mundo" (haciéndose anacoreta, del griego ἀναχωρητής) para perseguir una vida ascética de carácter contemplativo.
El monasterio surge cuando, en torno a la "célula" o celda del anacoreta original, atraídos por su ejemplo o fama de santidad, se establecían nuevos ermitaños y ascetas, agregándose sus celdas a la habitación inicial de aquel.
Un convento suele entenderse como equivalente a un monasterio en tanto comunidad de vida religiosa y el establecimiento que les sirve por sede, pero no se deben confundir como referencia de términos sinónimos, ya que, mientras que los habitantes de un monasterio (sus monjes) cultivan una vida contemplativa ("apartada del mundo"), los de un convento (llamados ya no monjes, sino frailes) optan por una vida activa ("viviendo en el mundo", involucrada en la caridad, la enseñanza y el proselitismo o "apostolado").
En el cristianismo oriental, una comunidad monástica muy pequeña puede denominarse skete, y un monasterio muy grande o importante puede recibir la dignidad de lavra.
También ha existido, sobre todo bajo la ocupación osmanlí de Grecia y Chipre, un estilo de vida «idiorrítmico» en el que los monjes se reúnen pero pudiendo poseer cosas individualmente y no estando obligados a trabajar por el bien común.
Los primeros cristianos compartían sus posesiones y llevaban una vida de entrega a Dios.
En el siglo III, san Antonio, un cristiano egipcio que vivió desde mediados del siglo III al IV, reflexionó sobre las palabras de Jesús: Ve, vende todo lo que posees y dáselo a los pobres.
Al principio vivían solos, pero pronto decidieron unirse y habitar en cuevas o chozas construidas por ellos mismos, sencillas pero suficientes como para hacer su vida de oración en comunidad.
En la Edad Media, los monasterios evolucionaron completando su entorno con granjas, hospitales y otros edificios.
Más tarde aparecieron otras órdenes que establecieron sus propias reglas, como los cartujos o los cistercienses, monjes benedictinos de estricta observancia conocidos como monjes blancos porque utilizaban hábitos de lana sin teñir.
Los monasterios hispanos son aquellos monasterios o cenobios que existieron en la Hispania peninsular desde los comienzos del cristianismo hasta bien entrado el siglo XII en que tanto los edificios como el modo de vida de los monjes y sus reglas se fueron sustituyendo por la liturgia y las reglas de Cluny, el monasterio benedictino que tanta influencia tuvo, durante la Edad Media a partir del Imperio carolingio, en la vida monacal de toda Europa.
Se denomina saniasi al hinduista que decide abandonar la vida familiar y dedicarse a la oración.
Visten túnicas color azafrán y son ayudados por el común de las gentes, quienes los consideran hombres sabios.
En los monasterios hinduistas, los monjes viven en construcciones de habitaciones sencillas y con grandes salones para la meditación.
El equivalente al monasterio cristiano se llama áshram, aunque sus construcciones y modo de vida difiere en algunos puntos.
Los monjes del monte Athos han contribuido a difundir el misticismo y la oración por estas tierras y habían fundado una serie de monasterios; los monasterios búlgaros fueron especialmente reconocidos en la ortodoxia cristiana, sobre todo los de la época bizantina.
La estructura arquitectónica debe dar como resultado la autonomía de la comunidad, algo parecido a una pequeña ciudad donde el monje encuentre todo lo necesario para su existencia para vivir con y para Jesucristo.
En la panda este y cerca del cuerpo de la iglesia se halla casi siempre una pequeña estancia que servía como estudio o biblioteca, independientemente de la gran biblioteca que tenían algunos monasterios importantes.
En la panda sur solía estar el calefactorio, lugar caldeado donde podían ir los monjes de vez en cuando para descansar y entrar en calor.