El expresidente marcó fuertemente a Balmaceda, especialmente su fuerza moral, su capacidad organizadora y la energía creadora.
En esa época ya se destacaba como un gran orador, gozando de un enorme prestigio.
En 1866 fue Cofundador, con los escritores nacionales Justo y Domingo Arteaga Alemparte, del diario "La Libertad".
Esta gestión le valió el aprecio de Domingo Santa María, quien lo designaría Canciller en su primer gabinete (1881), para convertirse después en su Ministro del Interior.
Los principales postulados de Balmaceda al iniciar su gobierno eran: Juraron junto a Balmaceda sus primeros ministros, que serán: El primer paso del presidente y su gabinete fue concluir con la lucha teológica, terminando con un problema que databa de la administración Pinto.
El ministro Lillo repitió los comicios municipales de Santiago, por encontrarse los anteriores viciados.
El triunfo lo obtuvo la oposición, mostrando al gobierno una corrección no vista con anterioridad.
Este se dedicó a plantear un nuevo reglamento para la cámara de diputados, para evitar acciones como las que derribaron al ministerio Lillo, pero fue tanta la oposición que solo se logró aprobar la clausura del debate en las leyes de contribuciones, presupuesto y residencia del ejército.
Gabinetes vienen y van, la crisis política protagonizada por la ruptura con los nacionales deja al gobierno con una mayoría cada vez más débil en la cámara de diputados, mientras que algunos liberales de gobierno se escapan del redil para sumarse a los disidentes o a los nacionales (liberales mocetones).
[7] Los parlamentarios, esperaban acusar constitucionalmente al gabinete de Sanfuentes, puesto que en tal situación, la constitución establecía que el presidente no podía modificar el ministerio y después de seis meses podía encontrarse incluso inhabilitado para gobernar.
Algunos, sin embargo, se batieron a balazos con los agentes, que hirieron al joven Isidro Ossa Vicuña.
Aunque este logró escapar, su herida se agravó y falleció en brazos de su madre, generando una fuerte animadversión en contra del gobierno.
Ésta, en sus inicios, ni siquiera parecía existir, la escuadra no desembarcaba en ningún sitio y se le tituló “la revolución ambulante”.
Pero pronto cambiarían las cosas, pues la escuadra se dirigió al norte, donde difícilmente podrán ser atacados por el ejército regular y manejarían las riquezas del salitre.
Después de un juicio, todos fueron ejecutados previa tortura, llegando algunos a no poder caminar hasta el patíbulo.
Los revolucionarios preparaban su ejército, improvisado con marineros y trabajadores del salitre, entrenados por el alemán Emilio Koerner, que los adiestraba según las nuevas técnicas prusianas.
Los rebeldes desembarcaron entre los puertos de Valparaíso y Quintero, dirigiéndose a Concón, donde presentaron batalla ante el ejército gobiernista, triunfando los primeros.
Mientras, Balmaceda en la legación argentina no deseaba informarse de los acontecimientos; solo días después empezó a leer los primeros diarios, que lanzaban feroces ataques en su contra.
Pensó en entregarse a la junta, pero consideró que se le torturaría para después fusilarlo.
Allí redactó un "testamento político", del que se extraen los principales párrafos: Terminado de escribir todas las cartas, al amanecer del 19 de septiembre, se recostó en la cama, apoyando la cabeza en el lado izquierdo.
La urna fue depositada en la sepultura de la Familia Arrieta, pero para evitar la profanación fue trasladado a otra tumba.
La última palabra en el poder la tendría ahora la triunfante oligarquía que gobernaría hasta 1920.
Dos liceos llevan su nombre en Curacaví y en Independencia, además de un colegio técnico profesional ubicado en San Bernardo.
[25] El Partido Liberal ha recuperado su herencia y constituyó la Fundación Presidente Balmaceda,[26] destinada a difundir su ideario.