En total, el país contaba con unos 400 profesores de liceo entre profesionales, sacerdotes y autodidactas, quienes se oponían al inminente reconocimiento oficial que los nuevos maestros pudiesen lograr.
Suprimirlo es imposibilitar la formación del profesorado chileno; es hacernos perpetuos tributarios de la pedagogía extranjera[cita requerida].
A esto se agregó la indudable identificación del Instituto Pedagógico con el gobierno de Balmaceda.
Tres carreras dieron inicio al programa: Pedagogía en Castellano, en Francés e Inglés.
El primer cuerpo académico del Instituto Pedagógico estaba constituido por un chileno, Enrique Nercasseau y Morán, y por los profesores alemanes: Si bien los profesores alemanes realizaron trabajos de investigación, lo hicieron más bien a título individual.
De los nuevos profesores alemanes contratados en esa época, la mayor parte retornó a su patria al poco tiempo.
Desde su Secretaría General, Horacio Aravena Andaur pasó a la Rectoría de la Universidad Técnica del Estado.
Cómo no recordar además con emoción y orgullo a figuras como Jenaro Godoy, Hernán Ramírez Necochea, los hermanos Adolfo y Gastón Gómez Lasa, Humberto Giannini, Jorge Millas, Olga Poblete, Francisco Soler Grima, Cástor Narvarte, Juan Rivano, Astolfo Tapia, Julio Vega, Arturo Piga, Ambrosio Rabanales, Guillermo Mann, Antonio Doddis, Félix Schwartzmann, y tantos otros.