Ella y su hermana pequeña Hélène de Beauvoir, con quien mantuvo siempre una estrecha relación, fueron educadas en colegios católicos.
[1] Fue escolarizada desde sus cinco años en el Cours Désir, donde solía enviarse a las hijas de familias burguesas.
Desde adolescente, por otro lado, se rebelaría contra la fe familiar declarándose atea y considerando que la religión era una manera de subyugar al ser humano.
[1] Después de la Primera Guerra Mundial, su abuelo materno, Gustave Brasseur, entonces presidente del Banco de la Meuse, presentó la quiebra, lo que precipitó a toda la familia en el deshonor y la vergüenza.
La culpa que sintió entonces Françoise no la abandonó nunca a lo largo de su vida y la dote desaparecida se convirtió en una vergüenza familiar.
Con solamente quince años ya estaba decidida sobre la forma de este destino: quería ser escritora.
Tras su primer año universitario en París, logró obtener certificados de matemáticas generales, literatura y latín.
Este grupo de amigos, que se llamaban entre ellos «la pequeña familia», permaneció unido hasta la muerte de sus miembros, pese a las tensiones ligeras o a los conflictos más serios que atravesaron.
Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, la pareja Sartre-de Beauvoir fue destinada a París.
La Invitada se publicó en 1943; en esta novela, la escritora describía, mediante personajes ficticios, la relación entre Sartre, Olga y ella misma, a la vez que elaboraba una reflexión filosófica sobre la lucha entre las consciencias y las posibilidades de la reciprocidad.
Ambos cumplieron este pacto filosófico: él tuvo muchos amores contingentes, ella no tantos.
Este esquema relacional novedoso se cimentaba en el rechazo profundo y visceral del modo de vida burgués.
UU., China, Rusia, Cuba...) donde conoció a otras personalidades comunistas como Fidel Castro, Che Guevara, Mao Zedong o Richard Wright.
Su análisis de la condición femenina, en ruptura con las creencias existencialistas, se apoya en los mitos, las civilizaciones, las religiones, la anatomía y las tradiciones.
Señala que a lo largo de la historia, la mujer ha sido definida en relación con el varón como madre, esposa, hija o hermana; por lo cual, sostiene, la principal tarea de la mujer es reconquistar su propia identidad específica, desde sus propios criterios.
Las características con las cuales se identifica en las mujeres no les vienen dadas de su genética, sino por cómo han sido educadas y socializadas.
El libro, que en su momento fue un escándalo, pasó a ser considerado (según la filósofa feminista Alicia Puleo) un texto «clásico» pues permite hacer balance del recorrido hacia la igualdad de los sexos.
[18] El ser humano, considera De Beauvoir, no es una «esencia» fija sino una «existencia»: «proyecto», «trascendencia», «autonomía», «libertad» que no puede escamotearse a un individuo por el hecho de pertenecer al «segundo sexo».
Esto no es un argumento ni a favor o en contra, sino un hecho innegable.
Al publicar estas conversaciones íntimas, de Beauvoir pretendió demostrar cómo su difunta pareja había sido manipulada por el filósofo y escritor francés Benny Lévy.
Así es; ya es demasiado bello que nuestras vidas hayan podido juntarse durante tanto tiempo».
Beauvoir era bisexual y estuvo con varias mujeres durante su vida, aunque algunas de estas relaciones fueron controvertidas.
[23] En su libro Mémoires d'une jeune fille dérangée, la autora francesa Bianca Lamblin reveló que Beauvoir la explotó sexualmente cuando era su profesora en el Liceo Molière.
[24] Tanto Beauvoir como Sartre habrían manipulado y abusado de Lamblin durante este período.
[24] Lamblin escribió su libro como respuesta a la publicación póstuma de Sartre Lettres au Castor et à quelques autres: 1926-1963 de 1990, donde alega que se refieren a ella por el pseudónimo Louise Védrine.
[29] En 1977, Simone de Beauvoir junto a otros intelectuales franceses —incluyendo nombres tan prominentes como Louis Aragon, Michel Foucault, Jean-Paul Sartre, Jacques Derrida, Louis Althusser, Roland Barthes, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Michel Leiris, Alain Robbe-Grillet, Philippe Sollers, Jacques Rancière, Jean-François Lyotard, Francis Ponge y varios doctores y psicólogos— firmaron una petición al parlamento francés cuestionando varios artículos de la ley de edad de consentimiento y su coherencia con el caso en concreto.
[31][32] La petición argumentaba sobre la contradicción que presentaba la legislación francesa, por cuanto a los trece años una menor ya recibía la píldora por parte del Estado e incluso desde esa misma edad se consideraba la responsabilidad penal adolescente, pero no consideraba igualmente capaces de discernimiento a estos menores cuando se trataba del consentimiento sexual.
Durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana de París, vivió en la ciudad tomada escribiendo su primera novela, La invitada (1943), donde exploró los dilemas existencialistas de la libertad, la acción y la responsabilidad individual, temas que abordó igualmente en novelas posteriores como La sangre de los otros (1944) y Los mandarines (1954), novela por la que recibió el Premio Goncourt.
[1] En 1945 junto a Jean Paul Sartre y otros eruditos del momento fundaron la revista Tiempos Modernos.