Ética feminista

Generalmente, las mujeres son retratadas como éticamente inmaduras y superficiales en comparación con los hombres.

La ética tradicional valora los rasgos culturales masculinos como "independencia, autonomía, intelecto, voluntad, cautela, jerarquía, dominación, cultura, trascendencia, producto, ascetismo, guerra y muerte",[2]​ y da menos peso a los rasgos culturalmente femeninos como "interdependencia, comunidad, conexión, compartir, emoción, cuerpo, confianza, ausencia de jerarquía, naturaleza, inmanencia, proceso, alegría, paz y vida”.

Los enfoques "femeninos" del razonamiento moral enfatizan las relaciones, las responsabilidades, la particularidad y la parcialidad.

[4]​ Con movimientos sociales nuevos como el romanticismo se desarrolló una perspectiva optimista sin precedentes en capacidad y destino humano.

Esta sociedad centrada en la mujer valoraba tanto la laboriosidad como la maternidad, al tiempo que desalentaba los enfoques competitivos individualistas de la vida.

Si una sociedad quiere ser virtuosa, según Gilman, debe ejemplificar la utopía ficticia de Herland.

Las mujeres necesitan ser iguales económicamente a los hombres antes de que puedan desarrollar una virtud moral verdaderamente humana, esta es una mezcla perfecta de orgullo y humildad que llamamos autorrespeto.

[6]​ Carol Gilligan y Nel Noddings son exponentes de una ética del cuidado feminista que critica la ética tradicional como deficiente en la medida en que carece, desprecia, banaliza o ataca los valores y virtudes culturales de las mujeres.

La ética del cuidado fue expuesta principalmente por Carol Gilligan en In a Different Voice.

Esta ética defiende una puesta en valor de las cualidades históricamente adjudicadas al género femenino como son el cuidado y la atención, desenvueltas primordialmente por mujeres en el trabajo doméstico no remunerado.

Defiende la enseñanza de habilidades emocionales frente a los sistemas estandarizados focalizados excesivamente en resultados cuantificables.

Otra crítica, ofrecida por Joan Tronto en su obra Moral Boundaries: A Political Argument for an Ethic of Care, es el riesgo de ser una ética que posibilite el sentimentalismo y favoritismo.

Otros enfoques éticos que se definen a sí mismos diferenciando grupos entre sí a través de la cultura u otros fenómenos se consideran explicaciones "espesas" de la moralidad.

Esto se defiende, entre muchos otros, por Michael Sandel en su obra Liberalism and the Limits of Justice.

Al no tener en cuenta dichas circunstancias personales y regir toda actitud a personas hipotéticas, y no literales, como establece Virginia Held, aquellas personas que posean circunstancias especiales, son marginadas por esta ética.

Peta Bowden, en su obra Caring: Gender-Sensitive Ethics, por ejemplo, critica indirectamente esto, como una crítica a cualquier ética que defienda tratar a las personas de manera uniforme o abstracta, o Virginia Held en su obra The Ethics of Care: Personal, Political, and Global.

En la sociedad actual, del siglo XX, cada vez es menos aceptable socialmente cometer violencia contra la mujer.