Este ataque armado es aceptado ampliamente como el inicio de la Revolución cubana.
Además, Santiago se hallaba situada en la costa sur, junto al mar, y rodeada de montañas.
Después de ocupar el cuartel, se había planeado llamar por la radio a la sublevación del pueblo santiagueño y se le hubieran entregado las armas capturadas en el cuartel para luchar contra la dictadura.
El grupo también estuvo conformado por dos mujeres, Haydée Santamaría y Melba Hernández, que años más tarde se desenvolverian en la política.
Los otros dos grupos, comandados, respectivamente, por Abel Santamaría —segundo jefe del movimiento— y Léster Rodríguez, tratarían de tomar dos importantes edificios contiguos al cuartel, desde donde se atacaría este para apoyar el ataque principal: el Hospital Civil Saturnino Lora y el Palacio de Justicia, donde radicaba la Audiencia, desde cuya azotea apoyarían la acción.
[2][17] Cuando todos estuvieron listos, se dio lectura al «Manifiesto del Moncada», redactado por el joven poeta Raúl Gómez García.
Gómez García leyó sus versos «Ya estamos en combate» y Fidel les dirigió estas palabras:
[2] El grupo principal con unos 60 combatientes (de 92, porque algunos autos se extraviaron en la ciudad y no llegaron al cuartel) dirigidos por Fidel Castro (manejaba el segundo auto), llegó al cuartel (aprox.
5:20 a. m.) hasta la Posta 3, la desarmó, pero sólo 5 asaltantes que iban en el primer auto pudieron entrar hasta la barbería del cuartel, de los cuales 3 murieron en el combate, y otros 2 fueron apresados y ejecutados.
Los planos del cuartel confeccionados por Renato Guitart tenían algunos errores, entre ellos estaba que la armería aparecía en un lugar incorrecto.
La desorganización era tal que Fidel abandonó el lugar sin organizar la retirada, dejando sus seguidores atrás.
El ejército batistiano tuvo 1 muerto (un sargento que iba en un jeep cerca del cuartel) y 2 heridos.
[1] Inmediatamente después de estos hechos, se reforzaron las defensas del Cuartel Moncada y el gobierno reaccionó con una brutal represión.
Creaba así las condiciones para lanzar a los cuerpos represivos con violencia y sin riesgo de publicidad contra la rebeldía popular.
En el juicio celebrado en 1953 por el ataque al Cuartel Moncada y al de Bayamo fueron acusadas 122 personas, de las cuales 65 eran civiles (15 ausentes) que no tenían ninguna relación con este hecho, por ejemplo: Carlos Prío Socarrás (presidente derrocado por Batista en 1952), Blas Roca, Juan Marinello, Aureliano Sánchez Arango, Lázaro Peña, José Pardo Llada, Joaquín Ordoqui, Emilio “Millo” Ochoa, Juan Manuel Márquez y otros, los cuales fueron absueltos.
Los crímenes cometidos en esos días por el régimen los denunció Fidel Castro en su alegato de autodefensa La Historia me Absolverá, pero con algunos errores.
Los médicos forenses y los servicios funerarios que atendieron los cadáveres de los revolucionarios que habían participado en el ataque al Cuartel Moncada, no encontraron huellas de tortura, como afirmó Fidel Castro.
La frase "la historia me absolverá" nunca fue pronunciada en el juicio realizado a Fidel en 1953.
Durante su estancia en el Presidio Modelo, los asaltantes estuvieron separados de los presos comunes en un pabellón del hospital del presidio, tenían una biblioteca con libros de su gusto, incluyendo libros marxistas, no tuvieron que usar uniforme de reo ni realizar ningún trabajo como castigo, se reunían para hacer debates políticos y tenían una radio.
En 1955, a Fidel se le prohibieron las visitas familiares por un tiempo, en castigo por haber publicado un periódico cubano un escrito suyo contra el gobierno.