La guerrilla castrista contaba entonces con 80 combatientes bien armados y entrenados que aún no habían entrado abiertamente en combate.
En cambio el Ejército Cubano, solo contaba con 53 soldados,[1] en un cuartel de madera ya bastante viejo.
La orden de los insurrectos era simple ataca y acribillar el vetusto cuartel (Ernesto Guevara,Pasajes de la guerra revolucionaria) El combate fue particularmente cruento debido a que los rebeldes no contaban con posiciones francas de ataque y debieron exponerse abiertamente.
Luego del combate, Fidel Castro le ordenó al Che Guevara, por entonces médico de la guerrilla rebelde, permanecer con los heridos.
Guevara atendió a los heridos de ambos bandos y realizó un «pacto de caballeros» con el médico del cuartel para dejar a los heridos más graves con la condición de que se los respetara al ser detenidos, pacto que el ejército cubano respetó.