En 661, los líderes armenios acordaron someterse al gobierno musulmán, mientras que los árabes debían reconocer a Grigor Mamikonian, najarar —«primer nacido», un título hereditario en Armenia— de la poderosa familia Mamikonián como ishkhan (o príncipe) de Armenia.
[6] Conocida como Emirato de Armenia, con su capital en Dvin, la provincia estaba encabezada por un ostikan, o gobernador.
Sin embargo, el dominio omeya en Armenia creció en crueldad a principios del siglo VIII.
Aprovechando el derrocamiento de los omeyas por los Abásidas, una segunda rebelión fue concebida aunque también fracasó en parte debido a la mala relación entre las familias Bagratuni y Mamikonián.
[8] La familia Bagratuni hizo todo lo posible por mejorar sus relaciones con los califas abasíes desde que asumieron el poder en 750.
Sin embargo, cualquier oportunidad inmediata para tomar el control total de la región se complicó con la inmigración árabe a Armenia y con el nombramiento del califa de emires para gobernar en los distritos administrativos recién creados (emiratos).
[11] Ashot comenzó a anexionarse las tierras que anteriormente pertenecían a los Mamikonian y activamente hizo campaña contra los emires como una señal de su lealtad al Califato, que en 804 le otorgó el título de ishkhan.
[13] Los hermanos, sin embargo, fueron incapaces de resolver sus diferencias ni pudieron formar un frente unificado contra los musulmanes.
En 857, Sembat había sido sucedido por su hijo Ashot I, quien adoptó un enfoque mesurado para retomar gradualmente los territorios anteriormente ocupados por los árabes.
Smbat finalmente decidió rendirse a Yusuf en 914 con la esperanza de terminar con el ataque árabe; Yusuf, sin embargo, no mostró compasión hacia su prisionero mientras torturaba al rey armenio hasta la muerte y mostraba su cuerpo decapitado en una cruz en Dvin.
[24] La invasión de Yusuf había dejado el reino en ruinas y este hecho resonó entre los príncipes armenios que quedaron horrorizados al presenciar la brutalidad del ostikan árabe.
[25] El Catholicós respondió amistosamente y, en 914, Ashot aceptó una invitación de Zoe para visitar Constantinopla.
La fuerza que acompañaría a Ashot, liderada por el doméstico de las escuelas León Focas el Viejo, marchó al año siguiente a lo largo del Alto Éufrates, entrando en Taron con escasa oposición de los árabes.
En 919, Yusuf instigó una rebelión fallida contra el califa y fue reemplazado por un ostikan mucho mejor dispuesto, Subuk.
En 928, Curcuas llegó a Dvin en un intento fallido de capturar una ciudad que estaba defendida tanto por los árabes como por Ashot.
Era mucho menos conciliatorio con los bizantinos, que habían demostrado repetidamente su poca fiabilidad como aliados atacando y anexionando territorios armenios.
La mantuvo bajo asedio durante un tiempo, pero se vio obligado a levantarlo después de encontrar la ciudad demasiado bien defendida.
[39] Esta edad próspera que Armenia vivió continuó bajo el reinado del hijo y sucesor de Ashot, Smbat II.
[4] Los bizantinos lentamente se habían estado arrastrando hacia Armenia en la última década del siglo X.
La política oficial de Constantinopla era que ningún gobernante cristiano era igual o independiente del emperador bizantino, e incluso si en ese momento estaba enmascarada por compromisos diplomáticos, el objetivo final del imperio era la anexión completa de los reinos armenios.
[40] Mientras tanto, Basilio II ya había enviado un ejército desde los Balcanes a Vaspurakan (que también llamaron Vasprakania, Asprakania o Media) incluso antes de la oferta de Senekerim-Hovhannes y la redujo a otro thema bizantino con Van como capital regional.
En esos días tumultuosos, enredados en disputas territoriales, Hovhannes-Sembat envió al catholicós Petros Getadarts a Bizancio para negociar un respiro parcial dejando su reino al imperio después de su muerte, debido a que no tenía descendencia.
En vista de esta situación calamitosa, el catholicós Petros Getadarts, que gobernaba Ani en ausencia del rey, rindió la ciudad a los bizantinos en 1045.
Bizancio exigió repetidamente la comunión con la Iglesia Armenia como requisito previo para enviar ayuda a los Bagratunis, pero la mayoría de los intentos no dieron ningún fruto.
[41] Ashot III se había dado cuenta del peligro que representaban los tondrakianos contra el reino y esta fue la razón por la que directamente sometió a la Iglesia a él, les dio tierras y patrocinó la construcción de nuevos monasterios e iglesias.
[42] El mensaje de los tondrakianos, sin embargo, continuó extendiéndose y sucesivos reyes armenios trabajarían para reprimir su expansión.
Desde Ani, Armenia exportaba textiles, orfebrería, armaduras, joyas, caballos, ganado, sal, vino, miel, madera, cuero y pieles.
[48] Las incursiones árabes y la invasión de Armenia, así como la devastación causada durante las Guerras árabo-bizantinas, habían reprimido en gran medida cualquier expresión de la cultura armenia en campos como la historiografía, la literatura y la arquitectura.
[50] La ciudad de Ani, situada en la importante intersección comercial entre bizantinos, árabes y comerciantes de otros países, creció a lo largo del siglo IX tanto comercial como culturalmente, ganando fama por sus "«40 puertas y 1001 iglesias».
[51] Las iglesias armenias fueron construidas siempre en piedra y tenían techos abovedados que soportaban una cúpula esférica.