Este modelo de gobierno se dio mucho en la Edad Media y la Edad Moderna en los periodos que abarcan del siglo XV al XVIII; los principados eran, políticamente hablando, pequeñas regiones que dependían de la metrópolis medieval.
Son: Además, dos regiones históricas mantienen la institución a título meramente honorífico, parte de dos Estados monárquicos, siendo el príncipe el sucesor del trono de los mismos.
En la Primera Cruzada, el príncipe Bohemundo de Tarento realizó una victoriosa campaña militar para recuperar territorios que Bizancio había perdido frente al avance musulmán.
Sin embargo, una vez acabada su campaña con la toma de Antioquía, Bohemundo retuvo el territorio, creando este principado.
El principado mismo fue centrado alrededor de Tiberíades, a orillas del Mar de Galilea, pero al sumarle los territorios vasallos, el dominio abarcó a toda Galilea y la Fenicia meridional (actualmente el Líbano).
Los reinados de Vladimir el Grande (980-1015) y su hijo Yaroslav I el Sabio (1019-1054) supusieron la edad de oro de Kiev, que vio la aceptación del cristianismo ortodoxo y la creación del primer código legal escrito en lengua eslava, el Ruskaya Pravda.
Moscovia o Principado de Moscú fue el nombre del Estado ruso entre los siglos XIV y XVI.
El nuevo arzobispo, con la aprobación del papa León IX, restituyó el gobierno de estas tierras al dominio del conde Ramón Berenguer IV de Barcelona en 1151.
Considerado tradicionalmente como la cuna del idioma y la nacionalidad rusas, Vladímir-Súzdal evolucionaría gradualmente hasta transformarse en el Gran Principado de Moscovia.