Teoría queer

Estas categorías serían ficticias y esconderían un número enorme de motivaciones políticas apoyadas por la sexología, una ciencia que no ha sido ampliamente teorizada.

[3]​ Contra el concepto clásico de género que parte de la distinción a partir de la «heterosexualidad natural» aceptada como normal (en inglés straight, es decir ‘recto’), contraria a lo «anómalo» (en inglés queer o ‘retorcido’); consideraría que todas las «identidades sexuales» son igualmente anómalas, incluida la heterosexualidad.

El concepto de orientación sexual (hetero-, homo-, o bi-) estaría mistificado, resultando ficticio y limitante, al considerar a cada ser humano más diverso que cada categoría por sí misma y debiéndose calificar en su lugar cada acto, fantasía o deseo puntual.

Más recientemente, nuevos aportes queer surgidos del diálogo Sur-Sur están proponiendo líneas de reflexión autónomas sobre la misma cuestión.

Las personas queers se sienten más próximos al movimiento LGBT y no al movimiento feminista, y hacen activismo para producir cambios en la legislación de diversos países, muchas veces con éxito.

Los argumentos para la aprobación de legislaciones pro queer se han fundado siempre en la comparación entre el grupo minoritario en cuestión y el ciudadano universal, es decir, lo que se interpreta como el hombre rico, blanco y heterosexual.

Así, si una mujer se interesa en el deporte o un hombre en las labores domésticas, pueden ser calificados como queers.

El vocablo, cuando se aplica a las prácticas sexuales, ofrece muchas más innovaciones que otros términos, como lesbiana o gay.

Muchas personas transexuales, inspirándose en la teoría queer en los niveles sexual y genérico, prefieren distinguirse de las personas transexuales tradicionales (los FtM y MtF, siglas inglesas de Female to Male y Male to Female, literalmente Hembra a Macho y Macho a Hembra, expresiones que reafirman el binarismo de género al cambiar de sexo sin otra reivindicación) utilizando las expresiones género queer y FtN o MtN (sustituyendo la segunda parte de la expresión por el adjetivo neutro).

Su trabajo cuestiona las intervenciones médicas que pretenden curar la disforia (malestar, inquietud) de género y la intersexualidad.

Además, la teoría queer se interesa en el parentesco y en las reivindicaciones identitarias en general.

Judith Butler ha explorado el parentesco en su libro Antigone's Claim (La reivindicación de Antígona) y la identidad en The Psychic Life of Power (La vida psíquica del poder), en donde se ha propuesto explicar por qué se insiste en una reivindicación identitaria que puede poner a algunas personas en peligro (por provocar una violencia psíquica o física).

Casi todos los trabajos que se proclaman queers comparten una resistencia teórica al esencialismo y a las pretensiones totalizadores, lo cual hace a la TQ y al término queer difíciles de describir.

En Trans Warriors, la misma autora examina las percepciones corporales que se utilizan para determinar el género de una persona, incluidos los vestidos y las estructuras sociales que históricamente han estado abiertas o cerradas a la variación de género.

Anna Livia ha publicado un trabajo lingüístico, Pronoun Envy, sobre el uso queer del género gramatical en la literatura francesa.

Ya el término «teoría queer» debe su primer uso a Teresa de Lauretis.

Destacan como influencias históricas de la teoría queer, entre otros, Gloria Anzaldúa, Audre Lorde, Monique Wittig, Jonathan Katz, Ester Newton, Andy Warhol, Roland Barthes, Jacques Lacan, John Money, Louis Althusser, Jacques Derrida.

Pero los primeros que desarrollaron la teoría fueron Gayle Rubin, Kaja Silverman, D.A. Miller, Sue-Ellen Case, Douglas Crimp, John D'Emilio, Lee Edelman, Michel Foucault, Joan Scott, Simon Watney, Judith Butler, Eve Kosofsky Sedgwick, Leo Bersani, David M. Halperin, Michael Moon, Michael Warner, Donna Haraway y muchos otros.

En España se conocieron grupos como LSD o la Radikal Gai en los años noventa.

En la España de principios de los 1990 ocurre lo mismo que había pasado con el término anglosajón queer, ciertos grupos como Lesbianas Sin Duda (LSD) o la Radical Gai adoptan palabras como bollera o maricón, anteriormente solo despectivas, para autodefinirse y para crear una militancia diferente que no se dirige al Estado pidiendo subvenciones, leyes o regulaciones, sino que trabaja en otras líneas políticas independientes y reacias a la buena imagen y a la integración en el sistema heterosexual dominante.

Además de Paco Vidarte, en España han contribuido a la teoría queer investigadores/as como Fefa Vila, Dau García Dauder, Carmen Romero Bachiller, Lucas Platero, Elvira Burgos, Gracia Trujillo, Gerard Coll Planas, Miquel Missé, Rafael Mérida Jiménez, Paul B. Preciado, Sejo Carrascosa, Ricardo Llamas, José Manuel Martínez Pulet, Eduardo Nabal, Pablo Pérez Navarro y Javier Sáez del Álamo.

Por ejemplo, según la teórica Camille Paglia, el término «queer» incluye personas transexuales, sadomasoquistas y otras sexualidades marginadas, pero también parafilias, las cuales considera legítimas.

Privilegiando la construcción social del género sobre lo innato y lo biológico, la teoría queer es el blanco de críticas agudas.

[23]​ Debido a su compromiso con la deconstrucción, es casi imposible para la teoría queer hablar de un tema «lésbico» o «gay», ya que todas las categorías sociales terminan distorsionadas y reducidas a un simple discurso.

Así, Green escribe que, en una sección introductoria,[26]​ Michael Warner (1990) expone la posibilidad de la teoría queer como una especie de intervención crítica en la teoría social (deconstruccionismo radical), pero, a pesar de su deconstruccionismo radical, construye al sujeto o yo queer en términos totalmente convencionales, como personas lesbianas y gais, unidas solo por instituciones o prácticas homofóbicas.

Eve Kosofsky Sedgwick fotografiada por David Shankbone
La activista lesbiana Gayle Rubin (2012)
Joan Scott (2007)
Donna Haraway y "Cayena" (2005)