En Buenos Aires se incorporó a la escuadra corsaria del almirante Guillermo Brown, que realizó diversas correrías por el océano Pacífico.
Este texto normativo fue conocido como la constitución moralista y sus complejos sistemas de funcionamiento la hicieron impracticable.
Durante esos años se aceptó entregar el estanco del tabaco a la sociedad Portales, Cea y Cia., lo que tendría impensadas consecuencias en el futuro.
Cabe decir que Pinto no tenía conocimiento ni participación en la revuelta.
La sublevación fue finalmente sofocada por el Ejército en mando de Ramón Freire a pedido del Congreso Nacional.
Para legitimar al nuevo gobierno, se convocaron a elecciones en febrero de ese año.
Por aquel entonces, los presidentes eran escogidos por el Congreso Nacional y Ramón Freire ganó las elecciones con 77,08% de los votos, siendo el resto abstenciones.
Aunque con mandato legal, Ramón Freire actuaría como un presidente provisional, convocando a la Comisión Constituyente para iniciar un nuevo proceso de crear una constitución para Chile.
Tras la sublevación dirigida por el general Prieto en el sur del país, Freire nuevamente regresa a la arena política.
Instaurada una Junta de Gobierno en Santiago, ésta cede el poder al Presidente del Senado, Francisco Ruiz-Tagle Portales.
Frente a esto, el general Freire intentó poner orden en la situación, no reconociendo al gobierno instaurado.
La expedición de Freire tuvo como objetivo llegar a la Isla Grande de Chiloé, establecer su autoridad en esa parte del país y someter el territorio chileno continental, aprovechando la gran resistencia que generaba el régimen despótico que se impuso tras Lircay.
Freire fue presentado por el comerciante belga Jacques Antoine Moerenhout, de gran influencia en la corte y que finalmente lograría establecer en las islas la libertad religiosa.