Aunque siguieron moliéndose semillas de recolección, como bellotas o castañas, el producto principal pasaron a ser los cereales, diversas gramíneas cultivadas en distintas partes del mundo.
La calidad (grosor) de la harina se regulaba mediante un tornillo sin fin que levantaba o bajaba el eje de la volandera para aumentar o disminuir el rozamiento con la solera.
Un sistema de molienda más primitivo, usado en Europa desde el siglo XI, consistía en hacer lo mismo que se hacía con la mano del mortero sobre el almirez, machacando el grano para pulverizarlo, pero con mazos, que se movían con las mismas energías que los anteriores (aire o agua), pasando del movimiento rotativo al alternativo mediante un árbol de levas.
Aceñas y batanes, ingenios de energía mecánica mencionados en el Quijote, fueron asimismo usados en las serrerías.
Un sistema semejante proporcionaba energía mecánica al llamado artificio de Juanelo, que construyó Juanelo Turriano para subir el agua del río Tajo a la ciudad de Toledo.
Algunos molinos y sus azudes se conservan para producir energía eléctrica (minihidráulica), pero llevando el agua por un conducto cerrado desde el fondo del embalse hasta una turbina, con mucho mayor rendimiento que con la antigua rueda hidráulica.
En lugares sin vientos ni ríos aprovechables, se construyeron molinos llamados “de tracción a sangre”.
Este tipo puede documentarse en los cuatro grandes continentes con variantes endémicas y elementos comunes.