[2][3] Hasta aquella obra solo se había conseguido subir agua a 40 metros con un tornillo de Arquímedes en Augsburgo.
[2] Alrededor de 1530, el ingeniero italiano Turriano se muda a Toledo y recibe el desafío del noble Alfonso de Ávalos para realizar dicha empresa, aunque el proyecto quedó aparcado y los burros continuaron haciendo su trabajo, hasta que en 1565 Felipe II llega a un acuerdo con la ciudad para que se contrate al ingeniero para solventar el problema, con un salario de 8000 ducados del rey y con una renta de 1900 ducados de la ciudad para él y sus sucesores.
Sin embargo, la ciudad no quiso pagar, debido a que el agua se almacenaba en el alcázar de Toledo y, por tanto, era para uso del rey y no de la ciudad.
[2] Turriano propuso a la ciudad la construcción de un segundo artificio, y se reservó derechos para su explotación.
La obra fue completada en 1581 y, aunque sí cobró, no pudo hacer frente a los costes de mantenimiento de la estructura, y tuvo que acabar cediendo su control a la ciudad.