[17] Para 1606 marchó a Sevilla con el propósito de ejercer como litigante en asuntos mercantiles y canónicos.[19] Dos años después obtuvo el título de licenciado en derecho y opuso, sin éxito, a varias cátedras.[21] Al partir Velasco a España, en 1611, Ruiz de Alarcón se embarca junto con la comitiva del virrey.Pronto fue conocido en el círculo literario madrileño, aunque nunca estableció vínculos profundos con ninguno de sus integrantes.[31] Con la subida al trono de Felipe IV, en 1621, el teatro cobró una gran importancia en la corte real.[33] Primero ocupó el puesto de relator interino y en 1627 fue propuesto para una prebenda eclesiástica en América, lo que no fue aceptado.Este recurso, para un público acostumbrado a los finales cerrados de los dramas lopescos, podría parecer desconcertante.[54] Este arquetipo romántico pertenece a don Juan: un hombre tenaz y contrahecho que siente por doña Ana un amor puro, hondo, con raíces bien plantadas, que enfrenta la retórica y galanura de don Mendo, a quien solo mueve la pasión.Aquí es cuando se refuerzan los rasgos autobiográficos de Las paredes oyen: don Juan triunfa sobre su rival por su amor apasionado hacia doña Ana.Los estudiosos han coincidido en juzgar a esta comedia como vacía, cuyos principales valores escénicos residen en la parafernalia detrás de una anécdota simple.Desde aquí se manifiesta la profunda animadversión del dramaturgo por la nobleza, a la que siempre tratará de ridiculizar.Alarcón, como lección, debe ensayar más la comedia antes de aventurarse con la tragedia y el drama.Así, al final de sus obras, todos los villanos sufrirán, metafóricamente, un doloroso castigo por sus pecados.[13] Este drama ético-político da un desenlace bastante original, aunque algo exagerado, al eterno conflicto de la lealtad en la relación soberano-vasallo.[88] Al igual que La cueva de Salamanca, esta obra también alude a tópicos mágicos y esotéricos.El capitán Venegas, hombre valiente y osado, utiliza una astucia (manganilla) para lograr su triunfo sobre los moros.[89] Alarcón, como ya era usual en él, realiza una acerba crítica del innoble vicio de mentir.[93] Las mujeres del teatro alarconiano suelen ser personajes no muy profundos, menos complejos que los varones y llenas de simplicidad psicológica.Muchas veces la narración pasa a ser más un monólogo que un drama, pues el verso es limpio, directo, fluido, conciso y justo.Durante su estreno ocurrió un incidente que relata Luis de Góngora a Hortensio Félix Paravicino: Este suceso aconteció cuando el actor que representaba al ángel se negó a volar y fue sustituido por una de las actrices.Su primera parte es anónima y la segunda original de Alarcón, anticipa el drama romántico del siglo XVIII.En esta comedia se comienza a ejercer un examen del comportamiento ético de todas las clases sociales presentes en el teatro alarconiano, tanto ricos como pobres.En La prueba de las promesas el dramaturgo pone la magia al servicio del hombre, a la que considera la más perfecta criatura.[45] Concebida entre 1619 y 1622, se agrupa dentro de las comedias que giran en torno al conflicto del honor.Gran cantidad de expresiones ingeniosas ayudan al autor a expresar con más claridad su conflicto.La Inquisición española conoce del caso y encierra al moro, quien finalmente es sometido a un larguísimo proceso.En 1852, al editar sus obras completas, Hartzenbusch logró la mejor versión de este texto, que incluye revisión filológica.[123] Fue publicada por primera vez por el impresor sevillano Francisco de Leefdael, a mediados del siglo XVIII.Sus comedias, por su aliento que preludia el romanticismo, y por su realismo irónico, lo colocan en un lugar destacado de la literatura barroca española.[137] Ya en el siglo XX, el filólogo y literato español Marcelino Menéndez y Pelayo se refería a Alarcón en los siguientes términos: Pedro Henríquez Ureña fue uno de los primeros intelectuales americanos en estudiar al dramaturgo taxqueño.
Grabado de Juan Ruiz Alarcón, por Eduardo Gallo.
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Parte segvnda de las comedias del licenciado Iuan Rvyz de Alarcón y Mendoza, Relator del Consejo de Indias
(Barcelona, 1634).
Parte primera de las comedias de don Juan Ruiz de Alarcón
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Monumento a Juan Ruiz de Alarcón en Ciudad de México.