Hidrografía de España

El primer rasgo que se destaca en el trazado de las cuencas fluviales peninsulares es la gran disimetría entre la vertiente atlántica y la mediterránea.La línea divisoria de aguas entre ambas cuencas pasa mucho más cerca de la costa mediterránea y describe un gran arco con la concavidad vuelta al Atlántico, hacia donde vierten los grandes colectores peninsulares, como los ríos Duero, Tajo, Guadiana y Guadalquivir, siendo solamente el río Ebro el único gran río peninsular que escapa a dicho dominio.En consecuencia, a partir del reborde ibérico las aguas se deslizan hacia el Atlántico, siguiendo el plano inclinado de la Meseta.En las rocas permeables como las calizas se pierde gran cantidad de las aguas superficiales y en cambio se produce una intensa circulación subterránea, que incluso puede llegar a hacer desaparecer el río mismo (figura de la ilustración), tal ocurre por ejemplo con el río Ésera, en el Pirineo.En cambio, las rocas impermeables como las pizarras o las arcillas retienen mal el agua, la cual corre inmediatamente hacia el cauce principal.En cambio, en las cuencas pobres en vegetación la rápida evacuación de las lluvias suele revestir frecuentemente efectos catastróficos.Valores parecidos se registran en los más importantes ríos peninsulares según puede verse en la Tabla adjunta.Sin embargo, se advierte que los ríos mediterráneos, salvo el río Ebro, son mucho menos caudalosos, por tratarse de regiones en gran parte semiáridas en donde llueve poco y la evaporación es intensa.En cambio los ríos cantábricos están mejor alimentados con caudales abundantes como corresponde al clima atlántico.En los ríos pirenaicos se alcanzan valores de 30 L/s/km², incluso más altos en las cabeceras, como en el Caldarés, afluente del Gállego, con 46,28 l/s km².En cambio en el sur, en la zona semiárida, los valores de abundancia relativos son mucho más bajos: 1,6 en el Guadiana y 0,6 en el Vinalopó.En el tipo nival puro, tal como se observa, por ejemplo, en el Pirineo en el curso superior del río Caldarés, afluente del Gállego, con un máximo único y muy destacado extendido entre mayo y julio; no existe, pues, mínimo estival.Otros muchos ríos pirenaicos, como el Ter en Gerona, el Segre en Puigcerdá, etc., ofrecen una curva en la que se aprecia la influencia algo más atenuada del factor nival, por lo menos en su curso superior, pero con un mínimo estival acentuado.Pero, más adelante, cuando recibe los grandes aportes pirenaicos del Aragón, Gállego y Segre con sus afluentes Cinca, Noguera Pallaresa y Noguera Ribagorzana, nacidos en las cimas más altas del Pirineo, recupera de nuevo su carácter pluvio-nival que conserva ya hasta su desembocadura.En cambio, en los ríos de la vertiente cantábrica, en donde las fluctuaciones climáticas son mucho menos acusadas, la irregularidad oscila tan sólo entre los valores 2 y 3.Luego la utilización del agua como fuerza motriz a medida que se produce la industrialización, ya sea directamente ya sea a través de la electricidad, ha determinado la construcción de grandes obras hidroeléctricas en las que España es país adelantado.En general puede decirse que todo el Mediterráneo español, en un aspecto u otro, es deficitario en recursos hídricos respecto a la zona de clima atlántico.En cambio, los lagos pirenaicos, suspendidos a altitudes de más de 2000 m s. n. m., compensan su reducida capacidad con un gran desnivel, y son aprovechados en cadena, mediante tuberías forzadas que conducen el agua a las centrales situadas aguas abajo, en el fondo del valle.En muchos ríos, gracias a dichos embalses, se ha logrado un tipo de régimen más regular y uniforme.
Alimentación nival: el río Caldarés (en Ibón de los Baños , Huesca )
Alimentación nivopluvial: el río Segre (en Seo de Urgel , Lérida )
Alimentación pluvionival: el río Guadiela (en Buendía , Cuenca )
El río Tajo en su curso alto ( Guadalajara ).
El río Tajo en su curso bajo ( Portugal ).
El trasvase Tajo-Segura en las inmediaciones de Balazote , Albacete .