El extremo del picón lo ocupan las ruinas del castillo de Doña Urraca y las sólidas casonas de antigua construcción en torno a tortuosas calles empinadas, como La Nogal o El Torojón, que se desparraman pasado el arco de la antigua barbacana.
En su término municipal existen topónimos pertenecientes a las diversas culturas que se asentaron desde antiguo en este territorio, derivados fundamentalmente de distintos aspectos sociales, económicos, paisajísticos y religiosos de sus moradores.
Entre ellos destacan Los Cotorros, altozanos situados a lo largo del curso de los ríos Duero y Tormes, entre los que se encuentra El Castillo.
Otros parajes reciben nombres como El Caballino» y Las Dos Aguas o Ambasaguas.
Este último es también denominado La Barca de Murcena, por haber sido el lugar donde una barcaza unía la calzada española y portuguesa.
En su casco urbano destacan nombres de barrios como Las Palombreras, Las Eras, La Portilla y Tenerías.
Todos estos factores dan lugar a un microclima caracterizado por dulcificar las temperaturas extremas de las estaciones de invierno y verano, siendo la primavera y el otoño meras estaciones puente.
La condensación del vapor acuoso solamente da origen a lluvias de relieve y las nubes que llegan suelen proceder del atlántico empujadas por los vientos del suroeste, ya que las restantes nubes suelen ser detenidas por las cordilleras que se cruzan en su camino, principalmente por la Cantábrica y el sistema Central.
Por otra parte, las tormentas suelen predominar en verano y las nevadas o el granizo no son frecuentes.
Situación que enseguida dio lugar a posiciones antagónicas que quebraron la unidad ciudadana e hicieron sumamente difícil al prelado el gobierno común e incluso le impidió ejercer su potestad legisladora.
En esta época, en el siglo XVI, su fortaleza fue plaza fuerte en la guerra de las Comunidades y bastión frente a la vecina Portugal, llegando a ser tomado durante la guerra de Restauración portuguesa por las tropas portuguesas en 1654.
Cada uno de estos vecinos o postores del concejo era gravado en el censo anual con un maravedí, por el concepto de pedido, que se computaba desde Pascua a Pascual.
[25] Partiendo de Zamora, su inicio comenzaba tras atravesar el caudaloso río Duero por el primitivo puente del que todavía son visibles algunos pocos restos y que se localiza aguas abajo del puente románico medieval.
La economía de Fermoselle ha estado y está estrechamente relacionada con la cultura del vino.
Esta es una variedad que se caracteriza por ser delicada hasta la fase de vendimia, pero que como recompensa produce, como producto final, un vino equilibrado y especialmente dotado para la crianza.
No existen referencias bibliográficas sobre su origen, aunque se conoce que su cultivo es muy antiguo en los arribes del Duero.
El interior de la villa destaca por sus quebradas, estrechas y empinadas sendas.
Las calles, de evocadores nombres: el Guapo, la Amargura, el Portal o las Tenerías, se enlazan sinuosas, uniéndose en la calle Requejo, la que fuera corazón comercial de la villa.
Es especialmente singular el aprovechamiento que se hace de los materiales rocosos.
El granito, que aflora en cualquier parte, es empleado en cimientos y cierres.
Destacan las portadas meridional y occidental, de estilo transición románico gótico con interesante decoración escultórica, el atrio, abierto en el lado meridional del siglo XVI y la torre.
Durante esta última época fue profundamente reformado, motivo por el que actualmente presenta pocos vestigios románicos originales.
Tiene una cabecera rectangular, crucero, cúpula y nave única, esta última articulada en tres tramos cubiertos por bóveda de arista y separados por arcos de medio punto sobre pilastras.
También es de filiación románica el hastial del templo, aunque la espadaña ya es barroca.
[34] En Fermoselle existen varios miradores desde los que se pueden obtener unas amplias vistas panorámicas del Duero y de los arribes.
El terreno no cuenta con obstáculos, por lo que es accesible en silla de ruedas.
Para acceder a él se parte de la playa mayor, cogiendo la calle Antonio Regojo.
Esta imagen es objeto de la leyenda popular en la que se afirma fue recogida en el Duero, a la que fue lanzada por los portugueses, y es también objeto de la tonada popular Venimos a Santa Cruz.
Durante esa jornada, los vecinos parten en procesión con la imagen hasta la parroquia, en un desfile encabezado por el estandarte como emblema, al que le sigue la efigie de Nuestra Señora.
La imagen permanecerá en el templo parroquial hasta por la tarde, en la que es devuelta al santuario.