Electra recibió su estreno en el Reino Unido en la Royal Opera House, Covent Garden en 1910 con Edyth Walker[5] en el rol titular y Sir Thomas Beecham dirigiendo.
En Argentina se estrenó en Buenos Aires en 1923 en el Teatro Colón dirigida por su compositor, Richard Strauss, con Elsa Bland[6] en el papel de Electra.
Clitemnestra, ayudada por su amante Egisto, ha matado a su esposo, Agamenón, pues este había dado en sacrificio a su hija Ifigenia, y tiene miedo de la venganza de sus hijos: Electra, Crisótemis y el desaparecido Orestes.
La segunda escena es un monólogo en el que Electra describe el conflicto subyacente de la trama.
Solo desea tener una vida como cualquier mujer, encontrar un esposo y tener hijos.
Esta escena capital de la producción straussiana alcanza el clímax en un salvaje monólogo en el cual Electra describe en detalle cómo la reina perecerá a manos de Orestes para expiar su crimen En la escena siguiente llega la noticia de que Orestes ha muerto en un accidente al caer del caballo.
La alegría que produce en Clitemnestra esa noticia contrasta con la desesperanza de Electra.
Luego se produce la aparición de Egisto, que es retratado como una persona grotesca.
Electra lo invita con sarcasmo y cinismo a entrar en el palacio, donde luego será muerto por Orestes.
Sin embargo, ella no entra en el palacio para participar del festejo colectivo, sino que mantiene su condición marginal, y realiza su propio festejo a través de una danza salvaje y triunfal, que finaliza con su muerte.
Electra ha vivido solo para el momento de la venganza, y, cumplida ya ésta, no tiene razón para existir.
Este tema lo hacen en fortissimo la trompa y la trompeta al unísono, junto con casi toda la cuerda.
El acorde mixto resultante está conformado por los de Mi mayor y Do sostenido mayor, y crea un efecto disonante que se corresponde con la naturaleza de la protagonista.
En la escena en que aparece Clitemnestra, la música se vuelve completamente atonal, anticipando la nueva orientación de la música a partir de compositores como Arnold Schönberg y Alban Berg.
En el monólogo inicial de esta escena aparece un tema incisivo, un rápido arpegio en los vientos que representa la ostentación que hace la reina de sus joyas y sus amuletos, y la relación fetichista con ellos.
La conmoción de Electra al reconocer a su hermano se traduce en un acorde disonante fortísimo en toda la orquesta.
Desde el Renacimiento hasta fines del siglo XIX, la antigua Grecia era considerada la cuna de la civilización, una edad de oro donde la ciencia, el arte y la filosofía habían alcanzado un desarrollo monumental.