Proclamado cogobernante por su padre en 198, continuó reinando con su hermano Geta, coemperador desde 209, tras la muerte del primero en 211.Caracalla escogió la administración mundana, por lo que dejó esas responsabilidades a su madre.Las fuentes antiguas presentan a Caracalla como un tirano y un líder cruel, una imagen que ha sobrevivido hasta la modernidad.[7] Tenía un hermano algo menor, Geta, con el que Caracalla gobernó brevemente como coemperador.[20] Mientras Caracalla reunía y entrenaba a las tropas para su planeada invasión parta, Julia permaneció en Roma, administrando el imperio.[10] Septimio Severo murió en Eboracum (actual York, Inglaterra) mientras estaba en campaña en Caledonia, al norte de la Britania romana,[22] y en consecuencia, Caracalla y su hermano, Geta, heredaron conjuntamente el trono.Se considera como claramente probable que Caracalla ordenara el asesinato en persona, ya que ambos nunca habían tenido una buena relación entre ellos, y mucho menos después de suceder a su padre.[25] Se calcula que tras la damnatio memoriae fueron masacradas unas veinte mil personas,[24][25] quienes formaban parte del círculo íntimo de guardias y asesores de Geta, amigos y otros militares a su servicio.[27][28] Durante su estancia, Caracalla reforzó las fortificaciones fronterizas de Recia y Germania Superior, conocidas colectívamente como Agri Decumates, de modo que pudiesen resistir cualquier otra invasión bárbara durante otros veinte años.[18] Es posible que asumiera una de las funciones civiles más importantes del emperador: recibir peticiones y responder a la correspondencia.[29] El alcance de su papel en esta posición, sin embargo, es probablemente exagerado, aunque es probable que representara a su hijo y que participara en las reuniones y respondiera a las preguntas, pero la autoridad final en asuntos legales era Caracalla.[29] El emperador desempeñaba todas las funciones del sistema jurídico como juez, legislador y administrador.[34][35] Los espacios interiores estaban decorados con coloridos suelos de mármol, columnas, mosaicos y estatuas colosales.[36] Al principio de su reinado, Caracalla declaró el apoyo imperial a Serapis como dios sanador.Al parecer, el Iseum et Serapeum de Alejandría fue renovado durante el gobierno conjunto de Septimio Severo y Caracalla, lo que se constata en dos inscripciones encontradas cerca del templo que parecen llevar sus nombres.[38] La Constitutio Antoniniana (lit. «Constitución de Antonino», también llamada «Edicto de Caracalla» o «Constitución Antonina») fue un edicto emitido en 212 por Caracalla en el que se declaraba que todos los hombres libres del Imperio romano debían recibir la plena ciudadanía romana,[39] con la excepción de los dediticii, personas que se habían sometido a Roma por rendición en la guerra, y los esclavos liberados.[51] La damnatio memoriae contra Geta y los grandes pagos que Caracalla había hecho a sus propios partidarios tenían como objetivo protegerse de posibles repercusiones.[5] Tras detenerse brevemente para orinar, Caracalla fue abordado por el soldado Julio Marcial, y apuñalado hasta la muerte.[66] Inmediatamente después de la muerte del emperador, su asesino, Marcial, fue, a su vez, ejecutado.[5] Cuando Caracalla fue asesinado, Julia Domna estaba en Antioquía ordenando la correspondencia y eliminando los mensajes sin importancia del montón para que cuando su hijo regresara no se viera sobrecargado de tareas.La mayoría de las monedas producidas durante este periodo se asociaban con la divinidad o tenían mensajes religiosos; otras tenían mensajes inespecíficos y únicos que sólo circularon durante su reinado en solitario.[76] Caracalla no fue sometido a una adecuada damnatio memoriae después de su asesinato; aunque el Senado no lo quería, su popularidad entre los militares impidió que Macrino y el Senado lo declararan abiertamente hostis.Macrino hizo que Caracalla fuera deificado y conmemorado en las monedas como Divus Antoninus.[79] Dion Casio presentó explícitamente a Caracalla como un emperador que marchaba con los soldados y se comportaba como uno de ellos.[81] Sin embargo, el Edicto de Caracalla, promulgado en 212, pasa casi desapercibido en los registros clásicos.[82] El historiador Andrew G. Scott sugiere que la obra de Dion Casio se considera con frecuencia la mejor fuente para este periodo.[92] El historiador de arte y lingüística John Agnew y el escritor Walter Bidwell describen a Caracalla como poseedor de un espíritu maligno, en referencia a la devastación que provocó en Alejandría.[93] El historiador romano David Magie describe a Caracalla, en el libro Roman Rule in Asia Minor, como brutal y tiránico y apunta a la psicopatía como explicación de su comportamiento.[94][95] El historiador Clifford Ando apoya esta descripción, sugiriendo que el gobierno de Caracalla como único emperador es notable «casi exclusivamente» por sus crímenes de robo, masacre y mala administración.[97] Los profesores de historia Molefi Asante y Shaza Ismail señalan que a Caracalla se le conoce por el carácter vergonzoso de su gobierno, afirmando que «montó el caballo del poder hasta que estuvo a punto de morir de agotamiento» y que, aunque su gobierno fue corto, su vida, su personalidad y sus actos lo convirtieron en una figura notable, aunque probablemente no beneficiosa, del Imperio romano.