Al año siguiente Cómodo le asignó el comando de las legiones en Panonia.
En seguida se puso en marcha hacia la península itálica para ocupar Roma sin encontrar resistencia,[1] aunque no fue hasta 197 que pudo eliminar a los otros rivales por el trono, tras vencer en la Batalla de Lugdunum.
Aunque sus ansias de poder convirtieron a Roma en una dictadura militar, Septimio Severo era muy popular entre la población.
Restableció la moral romana tras los años decadentes del gobierno de Cómodo y consiguió limitar la corrupción.
Tras salir de Roma donde la población le odiaba tras las ejecuciones masivas, Caracalla emprendió un viaje a Germania.
Luego preparó una campaña contra los Partos y aprovechando una guerra civil en el país vecino consiguió una victoria en este frente.
Caracalla fue asesinado en su marcha hacia la ciudad mesopotámica de Carrhae por el coconspirador Julio Marcial.
En 208 o 209 fue nombrado César por su padre y designado así a heredar el trono del imperio juntamente con su hermano.
Sin embargo, su perdición fue rechazar el pago de la recompensa y los privilegios prometidos a las tropas orientales por Caracalla.
También mantuvo a estas fuerzas en Siria para que pasaran el invierno, donde fueron atraídas al favor del joven Heliogábalo.
Macrino se las ingenió para escaparse a Calcedonia, pero había perdido su autoridad: fue traicionado y ejecutado tras un corto reinado de solo catorce meses.
Fue proclamado emperador por las tropas de Emesa, su ciudad natal, que fueron instigadas a ello por la abuela, Julia Mesa.
Su reinado en Roma fue famoso por sus excentricidades, aunque las fuentes históricas son pocas y en muchos casos no completamente ciertas.
El devenir del Imperio en este tiempo fue dejado en manos de su abuela y su madre Julia Soemia.
Viendo que la excéntrica conducta de su nieto podría significar su salida del poder, Julia Maesa persuadió a Heliogábalo de que aceptara como César, y, por tanto, emperador en potencia, a su primo Alejandro Severo.
El emperador tuvo que suplicar por su vida, y esta humillación no le dio resultado mucho tiempo.
Consiguieron que Heliogábalo lo adoptara el 16 de junio del 221 y le nombrase César, como su sucesor legítimo.
Cuando llegó a emperador se le otorgaron los títulos de Augusto y Pater Patria.
Para ganar tiempo, envió regalos a los enemigos, hecho visto como ofensa por sus propios soldados que habían sufrido los recortes en los gastos militares.