En este entorno, la circulación materna proporciona los recursos metabólicos necesarios para el desarrollo del embrión, incluyendo el suministro de nutrientes y oxígeno.
Este proceso permite que el embrión forme sus órganos, crezca y madure hasta el momento del nacimiento, o alcance una etapa inicial de independencia metabólica que le permita continuar su desarrollo fuera del útero, ya sea en condiciones nidícolas o nidífugas.
Por su parte, pario proviene de la raíz indoeuropea pere- (‘producir’), la misma que origina términos como nulípara, multípara, unípara, ovíparo y ovovivíparo.
[12] El uso temprano de vīvīpărus se registra en la obra Apología del escritor latino Apuleyo (circa 124-170 d.C.
Estas palabras se componen de «ζωός» (zoós, ‘vivo’) y «τόκος» (tokos, ‘nacimiento’, ‘parto’, ‘alumbramiento’).
[12] En inglés, viviparous apareció por primera vez en 1646 en la obra Pseudodoxia Epidemica (Sobre errores vulgares) del autor británico Thomas Browne (1605-1682).
En algunos saurópsidos y peces vivíparos, las paredes uterinas maternas producen secreciones conocidas como histotrofo, las cuales son absorbidas directamente por el embrión o consumidas mediante estructuras bucales especializadas.
Las células trofoblásticas del embrión se adhieren al endometrio materno, lo que permite un intercambio eficiente de nutrientes y gases, siendo este contacto íntimo indispensable para el desarrollo embrionario.
En los mamíferos theria, la nutrición embrionaria se realiza exclusivamente a través de la placenta y el cordón umbilical.
A diferencia de las especies ovíparas, en las que el embrión se desarrolla en un medio externo, el óvulo fertilizado en los mamíferos therianos permanece en el tracto genital de la hembra hasta su expulsión en el momento del nacimiento, lo que garantiza un entorno controlado para el desarrollo.
La determinación del sexo dependiente de la temperatura (TSD), que no puede operar en ambientes acuáticos, se observa únicamente en reptiles vivíparos terrestres.
Según dicho modelo, siempre que la fertilización fuera interna, el huevo podría haberse conservado durante períodos progresivamente más largos en el tracto reproductivo de la madre.
[11][40] No existe un modo de reproducción que sea universalmente superior en términos selectivos, pero en muchas circunstancias la viviparidad en diversas formas ofrece una buena protección contra parásitos y depredadores.
[41] La evidencia fósil de la reproducción vivípara en los ictiosaurios es excepcionalmente rica y proporciona información directa sobre su biología reproductiva.
Uno de los ejemplos más antiguos y conocidos es Chaohusaurus, encontrado en sedimentos del Triásico Inferior en China, que muestra una cría parcialmente nacida en orientación cefálica.
Este rasgo, combinado con su hidrodinámica cuerpo de pez y habilidades natatorias avanzadas, consolidó su éxito como depredadores en los ecosistemas marinos mesozoicos.
[41] En los saurópsidos escamosos existe una correlación entre las grandes altitudes o latitudes, los climas más fríos y la frecuencia de la viviparidad.