A causa de estas medidas laicistas aumentó la tensión entre la Iglesia católica y el gobierno de Azaña y la jerarquía eclesiástica llegó a decir que se estaba produciendo una "persecución religiosa" en España.
[4] Este gobierno al contar con el apoyo imprescindible para gobernar de un partido de dudosa lealtad a la República, se encontró con la fuerte oposición de las diferentes fuerzas de la izquierda, y el PSOE y la UGT fueron mucho más lejos cuando anunciaron que declarararían una huelga general insurreccional en el momento que la CEDA, al que los socialistas consideraban un partido "fascista", entrara en el gobierno.
[5] Así la prensa del PSOE, de UGT y de las Juventudes Socialistas fue preparando a su militancia para la "revolución socialista" que se desencadenaría cuando se produjera esa eventualidad.
Sólo en Asturias la revolución logró prender gracias a unos treinta mil mineros organizados por la Alianza Obrera a la que se había sumado la CNT, a diferencia de lo que había ocurrido en el resto de España, y en la destacaban los socialista Ramón González Peña y Belarmino Tomás, presidentes respectivamente del primer y del tercer Comité Provincial Revolucionario.
También hubo algunas víctimas en Madrid, Santander, León, Vizcaya, Zaragoza y así hasta 26 provincias, de las cuales, en donde mayor número de bajas se produjeron fue Asturias, con gran diferencia sobre las tres siguientes, que fueron Vizcaya, Barcelona y Santander.
Pero en general los obispos de su tiempo no compartían esas ideas y se opusieron al proyecto así como los patronos, que siguieron postulando un sindicalismo amarillo.
(...) Tras la Revolución de Asturias, fue aún más claro en su diagnóstico sobre la situación del mundo obrero en relación con la Iglesia y sus organizaciones sociales:[11]
[12] La "guardia roja" consiguió poner fin a los saqueos y mantener el orden pero no en todas las ocasiones pudo controlar los excesos de la "justicia revolucionaria" llevada a cabo por individuos o pequeños grupos que actuaron al margen del Comité Revolucionario Provincial y de la inmensa mayoría de los comités revolucionarios comarcales y locales.
[14] Pero lo que más estremeció a la opinión pública fue el asesinato indiscriminado de 34 miembros del clero, un hecho que no se producía en España desde hacía cien años.
Según el historiador José Álvarez Junco, estas muertes no obedecieron a un plan previo sino que fueron más el resultado de la "exaltación momentánea y casi accidental",[15] y , por otro lado, la inmensa mayoría de sacerdotes y religiosos detenidos u obligados a realizar determinadas tareas recibieron un trato correcto por parte de los comités revolucionarios.
El mismo día en Mieres son asesinados y arrojados al río los novicios pasionistas Baudilio Alonso Tejedo (Salvador María de la Virgen) y Amadeo Andrés Celada (Alberto de la Inmaculada).
[26] También es asesinado en Oviedo su vicario general Juan Puertes Ramón[27] y Aurelio Gago, secretario del Obispado.
En este atentado se destruyen numerosas obras de arte y reliquias del cristianismo, también sufre daños la catedral.
[26] En Santa María la Real de la Corte es asesinado su párroco Román Cossío Gómez.
pudo haber también religiosos asesinados en Cataluña, concretamente dos franciscanos en Lérida y el párroco de Solsona.
Sin embargo, el dolor que le produjeron los asesinatos y las destrucciones no le impidió realizar una honda reflexión sobre el fracaso de la Iglesia católica en la penetración en los medios obreros.
[37] La Iglesia no rectificó su política social y siguió insistiendo en la vía del sindicato católico vinculado a los patronos.
Ángel Herrera, presidente de Acción Católica, inició una campaña por toda España para presentar como modelo de "obrero católico y patriótico" a Vicente Madera, líder del fracasado sindicato católico de la Hullera Asturiana, un ejemplo típico del sindicalismo católico que rayaba con el amarillismo, y que el día 5 de octubre había defendido con las armas, junto con 25 compañeros, la sede social del sindicato en la villa de Moreda cuando los revolucionarios intentaron tomarla, y al final había conseguido escapar aprovechando la noche (cuatro resistentes murieron en el intercambio de disparos).
Luigi Sturzo, líder exiliado del Partito Popolare Italiano escribió en un periódico de Friburgo un homenaje a los "demócrata cristianos" españoles Severino Aznar, Ángel Ossorio y Gallardo y el "canónigo Arboleya":[41]