En su configuración actual la Semana Santa en Baeza está regulada por la Agrupación Arciprestal de Cofradías, organismo que no solo publica oficialmente los horarios e itinerarios a seguir por las distintas hermandades en cada una de sus procesiones, sino que además vela por su cumplimiento.Sin embargo, la primera corporación plenamente penitencial sería la cofradía de la Vera+Cruz, establecida también en la casa franciscana hacia 1540, con estatutos confirmados por el ordinario diocesano en 1555 y que realizaba estación de penitencia en la tarde del Jueves Santo.Sin embargo, muy pronto suena la hora de la crisis más aguda y en 1836 —bajo la regencia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias— la Desamortización del ministro Mendizábal da lugar a la abolición de los conventos en los que residían nuestras hermandades, que ante esta situación —y ya de por sí debilitadas por las circunstancias más arriba mencionadas— se ven obligadas a tomar cuantos enseres pueden reunir, a abandonar en muchos casos capillas propias que ya no podían mantener (Vera+Cruz, Soledad, Humildad, Caída) y finalmente a encontrar en la ciudad casas religiosas supervivientes o parroquias en las que poder radicarse con sus imágenes titulares.Así, desde mediados del siglo XIX se apoya y subvenciona la realización de la Procesión General, que a la caída de la tarde del Viernes Santo agrupaba en un solo cortejo y por orden de Pasión a todas las hermandades que habían hecho procesión penitencial durante ese día y los precedentes.Sabemos además que en 1906 el título de La Soledad ya había pasado a la dolorosa del hospital de La Concepción, que bajo esta advocación venía a cerrar la noche del Viernes Santo.Acabada la guerra civil española —y dado que el nuevo régimen político vuelve a respaldar las actividades cofrades— casi todas las energías del momento se vierten en una reconstrucción del patrimonio perdido al comienzo de la contienda.En Baeza, este período no presenta ni nuevas fundaciones ni nuevas imágenes titulares; llegando incluso la hermandad de La Oración en el Huerto a no procesionar durante varios años consecutivos; mientras, los mayores proyectos cofrades se limitan a la renovación de algunos tronos y hábitos procesionales.Mención propia en este período merece la interpretación del Miserere de Eslava, que en los cincuenta y sesenta alcanzó —de la mano del director Francisco de la Poza Robles— la maestría y el renombre que lo han acompañado desde entonces.También en el apartado musical, los sesenta ven aparecer las primeras bandas de apertura costeadas por hermandades: principal bandera de enganche para una nueva generación cofrade en las que sus componentes solían tocar la percusión —e incluso a veces las cornetas— vistiendo el hábito estatutario.Finalmente, junto a estas realizaciones propiamente procesionales, el citado movimiento expansivo dio lugar a la introducción de realidades cofradieras antes inexistentes: Finalmente, durante estos últimos años se han producido fenómenos que por su magnitud y su novedad parecen ya anunciar una etapa esencialmente distinta a la que acabamos de describir.Así, junto a realizaciones esencialmente continuistas: Encontramos aspectos sociales claramente novedosos: Novedades acompañadas en lo puramente procesional por la reforma (o introducción en La Misericordia, Las Angustias y La Soledad) de hábitos estatutarios que, como innovación más extendida, han adoptado el capirote de diseño sevillano, con antifaces que suelen desplegarse hasta la cintura y exhiben, en muchos casos, emblemas renovados: El Huerto, La Columna, El Rescate, La Humildad, La Expiración, El Descendimiento, La Santa Cena y La Sangre.
Cristo de La Expiración pasando bajo el arco de la Puerta de Úbeda (2017)