Su estancia en Madrid era de trabajo y estudio intenso para conseguir la meta que se había propuesto.
Su situación profesional se tornó difícil, pero en la década de los cincuenta, se asentó en Jaén capital, para establecerse como escultor, alternando siempre con actividades arqueológicas, como becario del Instituto de Estudios Giennenses.
Contrajo matrimonio en 1955 con Paz Molina Cledera, su compañera y su mejor apoyo en su vida.
Sus éxitos profesionales le llevaron a la realización de importantes trabajos monumentales en piedra.
Su protector durante la década de los sesenta fue Felipe Arche Hermosa, gobernador civil de Jaén, que apoyó la cultura y el arte y del que se hizo especialmente amigo.
Los años setenta se vierten hacia labores museológicas como conservador y restaurador del Museo Provincial de Jaén, siempre alternando con trabajos escultóricos.
Las piezas del mismo estaban almacenadas en una casa particular —Calle Ruiz de Alarcón, 2—, y de un modo altruista entregó su tiempo libre a cuidar y distribuir los nobles objetos que componían estas colecciones.