Sacerdote sin cabeza

Algunas versiones de la leyenda del sacerdote sin cabeza coinciden en que el personaje se trataba de un cura católico cuyo comportamiento no era el adecuado para una persona de su investidura, quien, como castigo por sus actos, fue decapitado, o bien, se trataba de un sacerdote que fue injustamente decapitado por sus enemigos, tras lo cual su fantasma se aparece deambulando por las noches, ya sea por las calles o en ermitas, iglesias y otros recintos religiosos, buscando desolado su cabeza, espantando a los pecadores, o como mudo testigo que reclama justicia por su muerte.

La leyenda del Sacerdote sin cabeza es común a muchos países de Latinoamérica, encontrándose versiones de la misma en México, Centroamérica, Colombia, El Salvador, Ecuador, Perú, Chile, Uruguay y Argentina.

Son los espíritus de diez caballeros que fueron ejecutados durante la Edad Media, cuyas cabezas fueron colgadas en picas y colocadas en el puente.

En 1353, unos ladrones saquearon la iglesia y cortaron la cabeza a un anciano que se encontraba allí.

Semanas después, una sombra sin testa apareció en la puerta del templo al caer el sol.

[4]​ Su muerte como primer obispo mártir en tierra firme tuvo un fuerte impacto en su época y comenzó desde ese mismo momento una leyenda que considera a la ciudad como lugar maldito, en justo castigo por esta muerte.

Su fantasma se levantaría en la oscuridad reclamando por una justicia que no le ha sido dada todavía.

[7]​ En el estado de Yucatán, se le conoce como Kulkalkin, donde se cuenta versión aún más antigua que cuenta que este, alguna vez, fue un sacerdote maya que fue decapitado (o bien no se sabe muy bien el motivo de su muerte), perdiendo así su cabeza y su alma en pena vagaba por los caminos buscando su cabeza.

En Guatemala, en las catacumbas de las iglesias más antiguas como La Merced, Catedral, Santo Domingo y San Francisco, hay quienes aseguran haber visto más de alguna vez a un fraile que al caminar no pisa el suelo, al verlo fijamente es transparente y no tiene cabeza.

En sus largas travesías con sus recuas de mulas se lo encontraban en cualquier recodo del camino.

El espanto se iba acercando y cuando estaba a unos diez metros de distancia desaparecía.

Sobre el asesinato de Fray Valdivieso existen dos versiones, en una se dice fue apuñalado, y en otra, asesinado de un machetazo que le cercenó la cabeza, la cual rodó hasta las orillas del lago Xolotlán.

Su fantasma se aparecería a los pies del árbol cuidando que nadie le robase su tesoro.

La causa sería un horrible sacrilegio, cuando un furioso enamorado, por amor a una mujer bellísima, dio muerte, sobre las gradas del altar, al sacerdote en el momento en que este consagraba la hostia.

Este asesinato es también la razón, según la leyenda, por la que dicha iglesia no puede ser reconstruida.

Dice la tradición colombiana que se les aparece a los hombres y mujeres que trasnochaban debajo de un árbol frondoso en el cual se puede ver una gran puerta de un templo.

Despavorido el pecador huye del lugar y queda varias semanas sin habla, al cabo de las cuales su vida ha cambiado para siempre.

Mamankaba quiso apoderarse del tesoro, pero inmediatamente la piedra se cerró, dejando a ambos encerrados.

Cruzaron una cuerda a su paso, el cura no la advirtió, cayó del caballo y se conoció la verdad.

El suceso le tomó desprevenido, con tan mala suerte que la campana cayó de tal manera, que la masa de acero le destrozó la cabeza, fracturando por completo el cráneo.

Como durante su existencia terrenal había sido malvado, dicen que Dios le impuso como castigo el vagar por siempre sin la cabeza.

En este recinto, por las noches y sin celebrarse ceremonia alguna se encendían las luces, y los vecinos contaban que en su interior se paseaba un sacerdote sin cabeza, vestido con los ornamentos sagrados, haciendo todos los ritos de la misa.

La explicación predominante era que se trataba del alma en pena de un capellán de la iglesia, cuya vida no había sido nada edificante, y que para expiar sus pecados venía todas las noches a la capilla, encendía todas las luces del altar mayor, y allí, solo, con el templo vacío y sin acólito que respondiera a sus palabras ni fieles que le escucharan, celebraba el santo sacrificio.

El hecho sobrenatural habría terminado la noche en que un joven, por equivocación, se quedó dormido al final de una novena, y quedándose encerrado en el lugar, escuchó toda la misa del cura sin cabeza, por lo cual este, cumpliendo su voto, pudo por fin descansar.

Iba con su hábito y su sombrero que flotaba en el aire porque no tenía cabeza.

Al enterarse los moradores del lugar se indignaron y pusieron en conocimiento de lo ocurrido al Padre Superior, quien púsole por castigo la reclusión permanente en el convento, donde murió años después, siendo sepultado sus restos en el patio del jardín de dicho convento.

Los moradores aseguraban que si veían al cura entrar en la vertiente, sin cabeza y ya no lo veían salir, es porque les iba a tocar mala suerte en los negocios, en el amor, etc, pero si minutos más tarde aparecía con cabeza dirigiéndose al convento era buen augurio de que el negocio emprendido tendría buen provecho, y éxitos en el amor.

Se cuenta además que el religioso había sido enterrado sin su respectiva cabeza, pues al momento de la decapitación, un perro la había mordido y llevado a esconder en algún recoveco de los alrededores.

San Dionisio en una estatua de Antoine Le Moiturier.