Pirata sin cabeza

Confió el plan al compañero que más temía, un viejo pirata corazón de hiena y puños de acero, e hijo del Diablo, según se decía, ofreciéndole compartir la presa.

Engañando a los compañeros enviándoles al Peñón, pasaron la carga a la playa y cavando un hoyo al pie de un corpulento árbol de guanacaste, dejaron allí el botín.

Este llegó pronto, metiéndose por la boca del muerto, el cual gritó la palabra ¡Aquí!

Desenvainando el sable, Dampier le cortó la cabeza, pero cuál sería su sorpresa cuando el cuerpo decapitado del pirata levantóse, extendió su brazo al mar y volvió a gritar ¡Aquí!.

Los otros piratas, espantados ante el satánico prodigio, levaron anclas y abandonaron para siempre el sitio, mientras el fantasma del pirata sin cabeza continuaba gritando su espeluznate ¡Aquí!, el brazo extendido hacia la inmensidad del mar.