[11] Cuando los niños se desvelan, el Cadejos puede ser invocado, y al poco tiempo se escucharán las uñas en las baldosas o las paredes de la casa, con su aliento resoplando por una rendija de la ventana, sin marcharse hasta que haya silencio y el niño caiga en profundo sueño.
[5] Particularmente, el varón debe ir en un medio de transporte, en las narraciones folclóricas, comúnmente un caballo, aunque en relatos modernos se puede dar también en automóviles o motocicletas.
[43] La presencia del espectro es una advertencia a los pobladores que corrijan su forma de vivir y busquen el buen sendero.
[49] Ferrero también menciona este origen y además, lo remonta aún más primitivo, a la peste negra que asoló Europa durante la Edad Media.
[63] Se le llama de esta forma porque sobre su cabeza lleva puesto un tule, un sombrero de paja puntiagudo que usaban las campesinas para protegerse del sol, la lluvia o los insectos, generalmente calado hasta los ojos, y renegrido por las manchas del banano o el café.
[63] Zeledón también recopila en Leyendas ticas, un cuento de Eduardo Jucasa sobre la Tulevieja: según esta historia, ella se aparece en la pampa guanacasteca ofreciendo una soga arrugada a los jinetes.
Si estos la toman, la vieja huye presurosa por la sabana arrastrando a jinete y caballo con una fuerza increíble, mientras ríe sardónicamente.
Aquellos que toman la soga y logran escapar, se vuelven diestros sin igual en el arte del lazo.
Se caracteriza por utilizar zapatos puntiagudos, tener un robusto cuerpo, unos enormes cuernos, y una sonrisa burlesca, la cual apunta a quien lo mira, sentado en la parte más alta de los edificios.
Y aunque ya no está el viejo muelle, dicen que este mágico pez sigue navegando por sus dominios del mar Caribe.
Los encantos eran lugares hechizados por duendes, brujas, espíritus del bosque o almas de muertos, donde la gente creía que se guardaban tesoros.
Muchas veces usan sus poderes para gastar bromas pesadas, como hacer que los viajeros apurados se extravíen o,[128] en un relato, llenar a una mujer de vello.
Vierten porquerías en los alimentos, dejan caer los utensilios de cocina, asustan a los animales, hacen ruidos en la casa, entre otras travesuras.
La tradición dice que un barco pesquero conocido como El Galileo naufragó con toda su tripulación cerca de la isla del Caño.
Al finalizar las batallas de la guerra, el misterioso benefactor desapareció para no volver a ser visto.
Es común encontrar flores en su tumba en el Cementerio General de San José, especialmente para la época en que se conmemora su muerte.
Antes de su beatificación oficial en 2002, una situación similar se daba con sor María Romero, monja nicaragüense que realizó una destacada labor social en Costa Rica.
Ambos lograron escapar, pero el marinero murió pronto, dejando a Thompson como la única persona que sabía la localización exacta del mismo.
La primera, de origen español, indica que en el volcán fue descubierto un inmenso tesoro indígena, oculto por años.
Fue enterrado con toda ceremonia en la llanura, pero esa misma noche, la tumba comenzó a crecer, convirtiéndose primero en un túmulo, luego una loma y finalmente, una montaña: el imponente volcán Irazú.
En las mañanas frías, la nube blanca, vaporosa y femenina, cariñosamente envuelve al gigantesco Irazú, guerrero viril, disfrutando eternamente de su amor.
La leyenda cuenta que en esas tierras habitó una tribu indígena cuyo cacique tenía una hermosa hija llamada Cira, de quince años, cuerpo esbelto y provocativo.
Este ser fantástico era temible, pues sus ojos despedían fuego y tenía en su boca enormes dientes de cótcolat (jaguar).
La región es de difícil acceso, se caracteriza por su clima lluvioso y la ruta es temida porque es propensa a derrumbes.
Una leyenda indígena narra que en las cercanías del cerro habitó una princesa de la tribu térraba, llamada Turi Uha.
Al hacerlo, huyó con ella y un grupo reducido de sus amigas, pero el padre de Turi Uha los descubrió y persiguió, hasta darle muerte al guerrero, cuya alma subió a la cima del cerro, donde los indígenas creían que residían los muertos, en la morada del dios Sibú.
Aunque el puente se formó naturalmente por la erosión, existe una leyenda que atribuye su formación a un hecho sobrenatural.
El día de la boda, no obstante, Nacaome atacó Nicoya con un gran ejército, tomando por sorpresa al pueblo nicoyano.
Según esta leyenda, en el valle del río Grande de Térraba habitaron una vez dos tribus indígenas que eran enemigas y luchaban constantemente entre sí.
En la refriega, Porubrí salió victorioso, pero no pudo evitar que una de las flechas atravesara a Turé Huá en el corazón, matándola.