Sibú (en bribri, Sibö̀; en cabécar, Sibö) es, en las creencias talamanqueñas, la principal divinidad, pues fue el creador de la tierra y del hombre, dios creador de la sabiduría, valores y costumbres indígenas.
Sibö hizo esto porque sabía que los hombres no podían nacer reproduciéndose solos.
Así, nació Sibö, y el dios pensó: «Soy una persona mayor, solo que en un cuerpo pequeño.
Entonces los Sòrburu supieron que Sibú había nacido, y como no querían a nadie más allí, buscaron al niño para matarlo.
Sìitami se dio cuenta, y comenzó a buscar quién la acompañara al mundo superior, que conocía de sus viajes con Sibökõmõ.
Entonces Sìitami molió cacao y le puso la masa suave en la boca, con lo cual alegró al bebé.
Con solamente ese alimento Sibö creció y logró pensar en todas las cosas del universo.
Sin embargo, para los bribris el parentesco se transmite por línea materna, y era Sibökomo quien estaba emparentado con esos diablos.
Colgado sobre un fogón había un zorro gris a medio asar, la comida de los Sòrburu.
Los diablos no le habían reconocido, y él se sentó a hacer que comía con ellos.
Otro día, Sibú se decidió a dejarse atrapar, así que fue a la casa de Sórkura, llevando miel, un caracol, un cuerno, su bastón, su escudo y una falda de una planta llamada mastate.
Los Sòrburu tenían en su casa unos tambores, zorros en forma de maracas y unas guacamayas.
Al día siguiente, Sibö llegó fingiendo ser un visitante, y preguntó si era cierto que el dios había estado allí.
Sibö tomó entonces una de esas armas, y al primer tiro, mató a su abuelo.
De su sangre derramada sobre la poca se forma la tierra para la semilla ditsú (ditsö`).