Igualmente, las deidades o espíritus ven el mundo al revés de como nosotros lo vemos.
En la mitología bribri, Sibö̀ (nombre que literalmente significa «Dios»), es quien crea y da forma al mundo.
Según la mitología talamanqueña, el mundo ya existía antes de que Sibö̀ lo crease a su agrado.
Luego, trajo las semillas sagradas, o ditsö̀ a un lugar en Talamanca, que los indígenas llaman Suràyum(en bribri, Sulàyöm), y las plantó.
Son menos poderosos que los sumos sacerdotes, los usékölpa, los cuales ya no existen formalmente.
Todas las piedras son diferentes, y por lo tanto poseen diferentes atributos: se ha hablado de sĩã' que combaten enfermedades, sirven para dialogar con el mundo espiritual, vuelven invisibles a los awápa portadores, arden como el fuego, levitan o predicen la muerte de su propietario al desaparecer o partirse por la mitad.
A los ocho días regresan, y recogen ciertos cantos rodados que se les revelan como las sĩã'.
Igualmente, los bribris no pueden mantener relaciones con los llamados primos paralelos (para hombres se les designa ë́l; para las mujeres, akë̀), es decir, los hijos de tíos paternos y tías maternas.
El kurù es frecuentemente castigado en las historias del sũwõ', normalmente por criaturas monstruosas como Tkabèkur, Shkíbuk y Kétari.