En su exploraciones, fue a enfrentarse con fray Bartolomé de las Casas y obligado por éste, tuvo que emprender viaje a España para aclarar las acusaciones que contra él se hacían.
En este tiempo se publicaron las nuevas leyes que le privaban de la gobernación.
A pesar de su discurso "comunero", Contreras sirvió fielmente al emperador y a él se debió que los pizarristas no invadieran Nicaragua.
Contreras para justificarse de los cargos que contra él efectuaba el obispo, se embarcó para España, dejando en Granada de Nicaragua a su esposa doña Marila y a sus hijos Hernando y Pedro, mozos de bien probado valor.
Estos desterrados convencieron a Hernando de Contreras para que se hiciese Príncipe del Perú, restaurando el Imperio de los Incas.