Desde muy temprano mostró una gran facilidad para el dibujo, pero en su adolescencia comenzó la carrera de ingeniero militar por indicación paterna.
Cuando la familia real visitó Burdeos, el joven Monvoisin retrató a la duquesa de Angulema, hija del guillotinado Luis XVI, la que pasaría a la historia como María Teresa de Francia.
[1] Su estadía en Roma no significó para Monvoisin un gran cambio en su formación, no solo porque el neoclasicismo seguía siendo la tendencia preponderante en Europa, sino también porque al año siguiente llegó a dirigir la Academia de Francia su maestro y protector Guérin, con lo que de hecho, fue como si continuara en el taller parisino de este último.
El bordelés se niega y surge una enemistad con Cailleux que le envenenará su espíritu.
Había retratado a Mariano Egaña en 1827, cuando este era encargado de negocios en Francia.
El 28 de febrero redacta su testamento en París y parte a El Havre, desde donde zarpa solo, sin su esposa e hija, con destino a Valparaíso llevando consigo una veintena de cuadros.
El pintor argentino Eduardo Iglesias Brickles, sin embargo, ha considerado "amanerada" la representación que hace Monvoisin del gaucho en estas pinturas y escribe que el bordelés vio un "enorme parecido en las costumbres" de estos "con los beduinos del norte de África, coincidiendo con algunas descripciones que hace Sarmiento en el Facundo".
La mano derecha sostiene el mate, calza botas de potro y aún lleva puestas las espuelas.
[10] El tercer cuadro pinta a una joven mujer de luto, rezando en una iglesia.
Tres años más tarde, cuando la vio Monvoisin, seguía guardando luto de acuerdo a la antigua usanza española.
El viaje fue difícil, pasaron hambre —lo que, según contó Monvoisin, lo hizo convertirse en cazador— y se demoraron 50 días en recorrer 100 kilómetros; durante el trayecto, perdió 9.000 francos que había ganado en la capital argentina con sus retratos.
En esa ciudad realizó algunos cuadros, con el retrato grupal de la familia Serpa y Villanueva.
Como profesor adjunto contrató, entre otros, a José Luis Borgoño, que había sido su alumno en París, al artista oriundo de San Juan Benjamín Franklin Rawson (1820-1871) y, como inspector, al mendocino Gregorio Torres (1820-1875), talentoso escultor; entre sus discípulos tuvo a Francisco Mandiola y Procesa Sarmiento.
El mismo Monvoisin enseñó dibujo también en el colegio de Manuela Cabezón Rodríguez, donde tuvo entre sus alumnos a Gregorio Mira, padre de las hermanas Aura y Magdalena Mira, destacadas pintoras chilenas.
El precio del retrato variaba en dependencia de lo que aparecía en el cuadro; así, medio cuerpo costaba 6 onzas de oro; si querías agregarle una o dos manos, había que pagar otra onza por cada una.
[13] Sea como fuere, sus óleos resultaron decisivos para que la nueva sociedad chilena adquiriera los gustos de la moda europea, especialmente la francesa.
Ese año había conocido en Santiago al pintor bávaro Mauricio Rugendas, quien venía llegando del país vecino y puede que le aconsejara visitarlo.
Pintó al presidente Ramón Castilla y encontró al artista Ignacio Merino que había sido discípulo de Paul Delaroche en París y que se convirtió en su alumno.
Fue allí donde pasó desde entonces la mayor parte del tiempo cuando no viajaba para cumplir los encargos de sus clientes.
En Valparaíso conoció al intelectual argentino Bartolomé Mitre, quien más tarde se convertirá en presidente del vecino país.
En ella, el gran defensor de Monvoisin fue el italiano Alejandro Cicarelli, quien, curiosamente, se radicaría definitivamente en Chile y que dos años más tarde lograría realizar la tarea que no cumplió el bordelés: fundar y hacer funcionar como su primer director la Academia de Pintura de Santiago.
Cuando retorna a Chile, se instala en Los Molles; abre un taller en Santiago en el sitio que antes funcionaba el de Ernest Charton y otro, con la asistencia de Filleul, en Valparaíso (primero en la calle del Cabo y después en la del Colegio).
Viaja por el país: en 1849 a Copiapó, donde se había embarcado en un negocio con minas de plata, que resultó un fracaso; sin embargo, retratando a los ricos locales pudo recuperar el dinero que había invertido; en 1852 a Concepción donde, por encargo del influyente terrateniente Francisco de la Arriagada Argomedo (1808-1872), realizan varias pinturas religiosas: un Cristo (338 x 235 cm.)
No encontré más que olvido e indiferencia y mi nombre casi borrado", escribiría en sus memorias.
Sus cuadros ahora reflejan la nostalgia por América y están inspirados en las tierras que allí conoció.
Después de que su sobrino Gastón (Gaston-Raymond-Ernest Monvoisin /1821-1906/, grabador de profesión y activo como tal particularmente en los años 1860),[16] el mismo que había administrado la hacienda Los Molles en Chile, tuviera un segundo hijo, el apartamento parisino se le hizo chico al pintor y ambos, asociados, compraron una casa en Boulogne-sur-Seine, en la calle de Sèvres nº25, donde fallecería nueve años más tarde.
Su muerte pasó casi desapercibida en Francia, a diferencia de lo ocurrido en Chile.
[6] Para el crítico chileno Waldemar Sommer, como retratista Monvoisin "sería la réplica en tierras sudamericanas, hecha por un francés, de los famosos retratistas ingleses del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX.
[25] El Louisiana State Museum tiene dos cuadros de su autoría: Clarisse and Caroline Duchamp y Mrs.
En el libro sobre Monvoisin escrito por la especialista chilena en arte Ana Francisca Allamand, se dice que en 1808 "entró, junto con su hermano mayor Pedro, a la Escuela de Bellas Artes de Burdeos".