Otro, la primera exposición oficial, organizada por Benjamín Vicuña Mackenna en el Mercado Central, en la que participaron algunos miembros de la Academia de Pintura, como Antonio Smith, Manuel Antonio Caro, Cosme San Martín, Onofre Jarpa y Alberto Orrego Luco.
[7][9] En sus primeros siete años de existencia, el museo funcionó de manera precaria, en las dependencias del antiguo Congreso Nacional, llevando una existencia casi anónima, pues abría al público solo los domingos después del mediodía.
[8] Inicialmente, esta seleccionó un lugar cerca del cerro Santa Lucía, pero esa elección fue vetada por la Municipalidad, que tenía la intención de construir una plaza en aquel sitio (actualmente plaza Benjamín Vicuña Mackenna); se propuso entonces comprar el palacio Urmeneta, lo que fue rechazado por el Congreso.
[11] Con el museo ya instalado en la nueva sede, el director Enrique Lynch del Solar buscó distribuir las obras de forma armónica.
En el ala sur de la planta baja, reunió los cuadros originales y reservó una habitación para las copias.
[12] Los problemas, sin embargo, comenzaron a surgir casi inmediatamente, ya que el edificio fue abierto cuando todavía no estaba totalmente terminado, y muchos trabajos se había realizado a la rápida con el fin de poder inaugurarlo para las celebraciones del centenario.
Pero el funcionamiento precario de la institución mostró un claro enfriamiento del impulso inicial que había dado lugar a su creación.
Su larga administración enfrentó problemas similares a los anteriores, logrando, sin embargo, algunos mejoras importantes.
[15] En 1969, Nemesio Antúnez se convirtió en director del museo, comenzando de inmediato a reestructurarlo.
Ese año, por segunda vez en su historia, el museo superó los 100 000 visitantes, registrando una afluencia de 166 000 personas.
Exposiciones como Bauhaus (1977) y El oro del Perú (1978) ayudaron a aumentar el número de visitantes.
[4] En 1978, Nena Ossa asumió la dirección, buscando dar continuidad a la renovación del espacio físico.
No obstante, la institución continuó siendo criticada por varios sectores del ámbito artístico, por reflejar una agenda institucional vinculada con la dictadura militar.
Al mismo tiempo, la comunidad artística ansiaba desempeñar un papel más activo en el período histórico que había comenzado.
Se buscó además adaptar las salas a las normas internacionales de conservación y seguridad.
[24] Antúnez fue reemplazado en 1993 por el profesor y crítico de arte Milan Ivelic Kusanovic, quien ocupó el cargo durante 18 años.
[32] Esta tercera propuesta es la última bajo Farriol, al que se le pidió la renuncia en julio de 2018 debido a problemas internos relacionados con un supuesto maltrato laboral denunciado por la citada curadora Cortés.
[34] Diseñado por el arquitecto franco-chileno Emile Jecquier, en colaboración con Mauricio Aubert y Enrique Grossin, el palacio de Bellas Artes es la sede del museo desde su inauguración en 1910.
Sigue un estilo academicista francés con estructuras metálicas, influencia de la arquitectura difundida durante el siglo XIX.
El hall es el espacio más importante del edificio, distribuyendo y ordenando la libre circulación de los visitantes.
[5] En la sección correspondiente al arte colonial, destaca el tema religioso, subordinado a los intentos de evangelización y difusión del cristianismo en el Nuevo Mundo.
La producción del periodo se caracteriza por el sincretismo entre las tradiciones prehispánicas y la cultura europea, que culminó en el siglo XVIII, con el denominado arte mestizo, de características comunes a toda la región andina.
Entre los artistas del siglo XIX, responsables de introducir el neoclasicismo y el romanticismo a la producción artística local, destacan el peruano José Gil de Castro, el inglés Charles Wood Taylor, el francés Raymond Monvoisin y el alemán Johann Moritz Rugendas.
[3][38] El academicismo chileno, fuertemente influenciado por artistas extranjeros (Alejandro Ciccarelli, Ernesto Kirchbach, Juan Mochi) se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XIX hacia la consolidación de una escuela más "criolla" (Cosme San Martín).
El retrato pictórico (Francisco Mandiola, Manuel Thomson, Pedro Lira) y los desnudos femeninos (Alfredo Valenzuela Puelma, Julio Fossa Calderón, Ezequiel Plaza, Virginio Arias) se encuentran ampliamente representados en la colección.
[3] Entre los contemporáneos destacan Sergio González-Tornero, Matilde Pérez, Ramón Vergara Grez y Rodolfo Opazo, entre otros.
La colección de arte español está compuesta mayoritariamente por pinturas creadas entre el siglo XVII y las primeras décadas del XX.
[39][40] Hay además un buen número de pinturas barrocas flamencas y neerlandesas, destacando autores como Peter Paul Rubens, Jacob Jordaens, Cornelis de Vos, Aelbert Cuyp, Jan Wildens, Meindert Hobbema y Adriaen van Ostade.
En la colección de arte moderno occidental sobresalen Yves Tanguy, André Breton, Otto Dix, Hans Arp, Wilfredo Lam, Rufino Tamayo y Antoni Tàpies.
[44] Conserva además una colección de 46 kakemonos (rollos pintados con tinta o acuarela) donados por la embajada china en 1968, y 27 grabados japoneses.