Así consiguió un gran caudal de conocimientos humanísticos, debidos en parte al único profesor con el que simpatizó, el erudito Julio Cejador y Frauca, a la sazón incómodo huésped en una orden que no tardaría en abandonar.El anticlericalismo que le inspiró la educación jesuítica está plasmado en su novela autobiográfica A.M.D.G., cuyo título hace alusión al lema Ad maiorem Dei gloriam, propio de la Compañía de Jesús.Allí entró en contacto con los pensadores del krausismo, entre ellos Rafael Altamira, Adolfo Posada y otros.En los últimos cursos de su carrera se refirma su vocación literaria; escribe algún artículo para la prensa local, se cartea con Valle Inclán y Azorín, y manda textos críticos y mordaces a El Porvenir de Asturias, criticando, entre otros, al obispo Martínez Vigil, lo que le acarrea numerosas respuestas ofensivas.[4]Se traslada a Madrid para hacer el doctorado, animado también por sus inquietudes literarias y políticas.El ovetense Pedro González Blanco le puso en contacto con los modernistas de Madrid, como Jacinto Benavente, Francisco Villaespesa, Mariano Miguel de Val, Gregorio Martínez Sierra, Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y José Martínez Ruiz «Azorín».[4] En 1902 El Progreso de Asturias imprimió por entregas su primera novela, Trece dioses.Se traslada a Oviedo e intenta durante varios meses rehacer el negocio familiar.Comparte ideas radicales con su amigo Azorín, al que sirvió de «negro», como López Pinillos, cuando este se sumió en una crisis depresiva.En 1911 se trasladó a Florencia con una beca del Estado para realizar estudios de arte.Se sumó a la Liga Antigermánica, que presidían Galdós y Unamuno, dejando clara su inclinación hacia el mundo anglosajón.Descontento con el rumbo político prerrevolucionario que imponía en España el Frente Popular, dimitió de su cargo en junio de 1936 y al iniciarse la guerra civil española se exilió a Francia.Regresó provisionalmente a España en 1949 para resolver algunos asuntos personales y consigue reiniciar sus colaboraciones con el diario ABC.Diversos reveses familiares y sociales le sumieron en una aguda depresión.Su salud no era buena y durante ocho años apenas salió de su casa, salvo esporádicas visitas al cigarral que su amigo Gregorio Marañón tenía en Toledo.Cultivó todos los géneros y destacó en todos ellos menos en el teatro, que intentó en 1905 al estrenar en Oviedo una obra escrita con Antonio de Hoyos y Vinent, la comedia Un alto en la vida errante; Sentimental club (patraña burlesca) es una antiutopía que, aunque se publicó, no pasó a las tablas.El sendero innumerable (1915) es su segundo libro, cuyo título alude al mar.En cuanto a su producción narrativa, los críticos suelen distinguir dos etapas en su actividad novelística.Con Belarmino y Apolonio (1921) empieza su segunda etapa, donde abandona el realismo en favor del simbolismo caricaturesco y el lenguaje se recarga con componentes ideológicos propios del ensayo.En ella analiza el tema de la duda trascendental en un alma profundamente religiosa.