Su gobierno fue represivo contra el partido liberal y la prensa opositora,[2] además enfrentó la oposición de los conservadores históricos, estableció la producción de licores para la nación, y reactivo el impuesto al tabaco.
Hijo del notable escritor José Eusebio Caro, debido a las circunstancias políticas del país durante su infancia no siguió estudios regulares en establecimientos de educación ni recibió títulos académicos, aunque, posteriormente, por su trayectoria le fue reconocido un doctorado honoris causa en Jurisprudencia por Universidades de México y Chile.
Según Caro, las corporaciones eran expresiones de organismos orgánicos, al contrario de los partidos:[7] Por tanto, según Caro, “el voto corporativo para la alta cámara” moderaría a la otra.
Así declaraba que: “Dentro del concepto exclusivamente democrático, no cabe la dualidad ni multiplicidad de cámaras legislativas; porque si sólo el pueblo ha de ser representado, y el pueblo es uno e indivisible ha de ser el cuerpo representativo del pueblo, como lo han sido en otras épocas las convenciones y asambleas en Francia....La dualidad de cámaras ha de apoyarse, y en efecto se apoya en un fundamento verdadero y sólido: en la distinción entre el pueblo o muchedumbre que forma la cámara popular, por una parte, y por otra los miembros orgánicos del Estado, clases, órdenes o intereses sociales en cualquier forma organizados, que deben constituir la alta cámara”.
[8] Caro después de terminados los debates lamentó que sus posiciones corporativas no se vieran completamente reflejadas en la constitución del 1886.
A propósito del voto restringido, Caro argumentó lo siguiente ante la Asamblea: “Insisto, señor Presidente, porque este punto es capital, que la instrucción o en la riqueza, que pertenecen al orden literario y científico, la primera, y al económico la segunda, no son principios morales ni títulos intrínsecos de ciudadanía, y que sólo tienen valor en cuanto se subordinan al superior criterio que exige al ciudadano recto juicio e independencia para votar.
Conferir exclusivamente a los propietarios el derecho de votar, porque pagan contribuciones al Estado, es ver en el Estado una entidad moral para convertirla en compañía de accionistas, y atribuir únicamente esas funciones a los que sepan leer y escribir, como si esta circunstancia envolviera virtud secreta, es incurrir en una superstición”.
Consideraba que la educación católica era, por lo tanto, una necesidad en el marco ideológico, por eso a partir de 1887, propuso que en Colombia se impartiera como obligatoria la educación religiosa católica en escuelas y colegios.
Según se erosionaba la base del poder ostentada por el Partido Nacional, que ya parecía ser minoría en la Cámara de Representantes, Caro se vio obligado a exigir que Rafael Núñez asumiera el poder.
Liderados por Carlos Martínez Silva en Bogotá y por Marceliano Vélez en Medellín, los conservadores tradicionales, bajo la bandera del historicismo político, consideraban traicionadas las glorias del pasado por las ideas sostenidas por Núñez y Caro en sus años de gobierno.
[12] Otro hecho que tuvo lugar bajo su mandato fue el del llamado gobierno de los Cinco Días.
El expresidente liberal Aquileo Parra se reunió con Caro para negociar un acuerdo pacífico que beneficiara directamente la armonía de las próximas elecciones presidenciales.
[2] También llegó a decir del gobierno que era[16]ː Pese a la popularidad inicial del gobierno, Marroquín tampoco pudo hacer mucho por el país, ya que en 1903 Panamá se separó de Colombia con complicidad de Estados Unidos.
Miguel era hijo del político conservador José Eusebio Caro, fundador del Partido Conservador junto a Mariano Ospina Rodríguez, quien fue el primer presidente de Colombia adepto al partido.
[23] Varias Instituciones educativas llevan su nombre como el IED Miguel Antonio Caro en Bogotá.
Miguel Antonio se oponía al pensamiento de su padre y el mismo Sergio Arboleda.
Lo que él buscaba no era sintetizar lo mejor del catolicismo y el liberalismo, sino el retorno incondicional a la forma de ser hispánica, que no se limitaba únicamente a la praxis de la religión católica, sino que abarcaba todos los aspectos de la vida del hombre.
Durante este período, Caro escribió algunos textos sobre Bello y, en 1882, dirigió una edición de su Ortología[6].
Autores españoles, colombianos e hispanoamericanos ocuparon su atención, destacándose entre todos estos escritos unas páginas que dedicó al Quijote.
Incursionó en la poesía con piezas entre las que se destacan A la estatua del Libertador y el soneto Patria.