Frecuentó desde su infancia el Palacio Real de Madrid, donde acudía junto a su madre que fue gran amiga de la reina María Cristina, y tras la muerte del rey y el posterior inicio de la primera Guerra Carlista, la familia se exilia en Italia, instalándose en Roma, Nápoles y Palermo.
[6][7][8] Otro de sus amores debió ser Josefa Peña Azcárate conocida como Pepita Peña, que más tarde casó en México con el mariscal François Achille Bazaine, famoso por su contribución en la derrota francesa en la guerra Franco-Prusiana.
[11] Su esposa, considerada una de las mujeres más bellas y elegantes de la Europa del siglo XIX, deslumbró en la corte con su espíritu cosmopolita y su entusiasmo por la monarquía, además de por sus gustos en moda y decoración, que pronto fueron imitados tanto como lo habían sido en Francia.
[16] Desde niño es instruido en las armas, practicando los juegos de moda, como la esgrima, para la que tenía una sala en casa.
A lo largo de toda su vida ocupó diversos cargos en diferentes instituciones relacionadas con la hípica.
Así en 1855 ingresó en la asociación General de Ganaderos del Reino, y dos años más tarde fue nombrado miembro del jurado para la Exposición de Ganados.
[17] Considerado uno de los mejores alcaldes que tuvo la ciudad,[2][17] dedicó gran parte de su mandato a intentar erradicar la suciedad y malos olores para crear una capital limpia y moderna.
Este hecho hizo que de manera anónima se pintasen junto a los carteles de prohibición los conocidos versos dedicados al nuevo alcalde «¿Cuatro duros por mear?
Con el deseo de conservar el testimonio del patrimonio artístico de la ciudad, realizó un inventario y archivo fotográfico de todas fuentes existentes, cuyo proyecto abarcaba también las iglesias, conventos, palacios y otros edificios destacados, pero no lo llegó a concluir.
[17] En el año 1860 se sucedieron acontecimientos importantes tanto en su vida privada como en la política.
Fue además tres veces gobernador civil de Madrid en los años 1861-1863, 1865-1866, 1874-1875, periodos en los que proyectó realizar un álbum fotográfico de ladrones, maleantes y asesinos para que los testigos pudieran reconocerlos.
Dimitió finalmente en su cargo de gobernador tras ser nombrado jefe superior del palacio real en 1875.
Sobre este nombramiento se barajan dos hipótesis: un premio a la lealtad mostrada por la familia y especialmente por su padre Nicolás, quien había servido a los reyes, o como compensación por el asesinato en palacio de su hermano Joaquín a manos de Juan Antonio de Urbiztondo y en presencia del propio rey Francisco, procurando con ello que el suceso siguiese oculto.
[17] En 1866 le llegaron noticias de los planes que pretendían llevar a cabo los miembros de la Unión Liberal con los del Partido Progresista, y se lo hizo saber a la reina, quien dos años más tarde se lamentó por no haberle escuchado, tras la Revolución de 1868 llevada a cabo por ellos.
[20] La familia real en el exilio se sustentó gracias a una cuenta de 500.000 francos que el duque tuvo abierta en París desde 1871 hasta el momento de la Restauración, y que hacía renovar a su administrador general,[21] mientras que las deudas arrastradas por la reina en Suiza fueron cubiertas por la propia Sofía Troubetzkoy.
El empeño puesto para llevar a cabo la abdicación se ve reflejado en la crónica, que narra cómo un día la reina le dijo al príncipe «Alfonso, dale la mano a Pepe, que ha conseguido hacerte Rey».
[2] La familia del duque regresó al completo a Madrid, al enterarse de la futura llegada del nuevo rey, Amadeo I de España.
Los duques ayudaron a distribuir el manifiesto por toda la ciudad, y Sofía envió ocultas dos copias a Rusia con el fin de que las primeras naciones europeas reconociesen la monarquía liberal que se iniciaba.
Un año más tarde recibió el cargo de gentilhombre del hijo póstumo del rey, el príncipe Alfonso, y tiempo después acompañó a la familia a veranear en Comillas.
El día 30 de diciembre almorzó un caldo y se fumó un puro en su sillón, falleciendo a la una del mediodía, coincidiendo con el mismo día que empezó la Restauración borbónica treinta y cinco años antes.
El estado del ilustre enfermo no es desesperado, pero su avanzada edad respira inquietud.
[29] Al día siguiente el mismo diario publicó su necrológica, en la que le define: La capilla ardiente fue instalada en el salón principal de su palacio sobre un tapiz bordado por su viuda.
[30][13] Sus restos mortales fueron trasladados con posterioridad al panteón familiar del cementerio de La Almudena, donde descansan en la actualidad.