Además, se le considera la introductora en España del árbol de Navidad.
Desde que nació, su paternidad fue atribuida a Nicolás I de Rusia, pues era conocida la admiración de este por su madre, y su gestación parece que coincidió con el viaje de su padre al Cáucaso, por lo que los rumores sobre esta posible paternidad surgieron desde el primer momento.
Su belleza fue admirada por las damas y sus caprichos se convirtieron en el último grito de moda, como lo fueron sus toilets, muy imitados.
Eran muy comentados sus extravagantes gustos, su afición por los pájaros exóticos, por los monos y por los perros japoneses, así como su imitación del refinamiento oriental.
Aquellas celebraciones también tenían como objetivo la recaudación de dinero para sostener la causa.
Tal era su rechazo por el monarca, que dio orden a sus criados para que cerrasen bruscamente las puertas y ventanas de su palacio cuando la comitiva real pasase por la puerta.
Por ello, abandonó los cargos de los que disponía en la Corte y su vida se dividió entre Madrid y París principalmente, aunque también se dedicaron a visitar a numerosos amigos en otras ciudades europeas.