[3] Desde pequeño, Jerónimo se distinguió por su inteligencia y agilidad en los deportes, particularmente la equitación.
Realizó sus estudios primarios en su natal Cadereyta, donde aprendió a leer y a escribir, al igual que algo de doctrina cristiana y aritmética, de acuerdo al método lancasteriano imperante en aquella época.
Treviño llegó a participar en los acontecimientos que surgieron en Nuevo León, cuando en esos momentos surgieron disputas entre el gobernador Vidaurri y los jefes liberales (Santos Degollado e Ignacio Zaragoza), poniéndose al lado de éstos en contra de Vidaurri, quienes lo depusieron y colocaron en el gobierno de Nuevo León al general José Silvestre Aramberri.
Estando en Oaxaca en 1865, realizó una larguísima travesía a caballo de norte a sur, desde Oaxaca hasta Nuevo León para reunirse con Mariano Escobedo, siendo acompañado por otros militares, como el general Pedro Martínez.
Díaz pudo escapar y se internó en Tamaulipas, en donde más tarde fue aprehendido.
En octubre de 1869 Treviño fue reelegido, por lo que desempeñó el cargo durante dos períodos consecutivos.
Durante esta etapa la situación en el Estado continuaba empeorando: la hacienda estaba en completa bancarrota; el sistema de contribuciones se mantenía aún arbitrario e injusto, al grado de que obreros y campesinos comenzaban a emigrar porque no podían cubrir los impuestos personales que se les habían aplicado.
Este movimiento fue de inmediato apoyado en Nuevo León por los generales Treviño y Francisco Naranjo, que llegaron a participar del lado porfirista en la célebre Batalla de Icamole contra los generales Carlos Fuero, Julián Quiroga y Juan E.
Se desató una enconada lucha y, aunque sufrieron varias derrotas, para noviembre los rebeldes habían ya vencido a las fuerzas leales al gobierno.
Su lugar como jefe de la División del Norte fue ocupado por el general Francisco Naranjo, pero al poco tiempo después, Treviño renunció al cargo de Secretario y regresó a su antiguo puesto, siendo nombrado Naranjo como nuevo secretario.
Cinco años después, Treviño contrajo segundas nupcias con Roberta Augusta Ord, hija del general norteamericano Edward Ord, el 20 de julio de 1880, con quien dio luz a un hijo al que llamaron Jerónimo como su padre, quien fue apadrinado por el general Díaz en una visita a Monterrey en 1883.
Sin embargo, este nombramiento se convirtió en un arma de doble filo para Díaz, ya que, al devolverle la autoridad militar a Treviño con el simple objeto de hacer que Reyes renunciara a su interés por la vicepresidencia, significaría también un golpe mortal para su régimen, que muy pronto terminaría desembocando en el movimiento armado encabezado por Francisco I. Madero, primo político del general Treviño, mientras que éste se convertiría en uno de los principales promotores de dicho movimiento.
Poco tiempo después se dirigió a la Ciudad de México para entablar una entrevista con el presidente Díaz.
Tras la caída del régimen porfirista, Madero y Treviño volvieron a entablar relaciones amistosas para, esta vez, elegir al candidato para la gubernatura del Estado en la renovación de los Supremos Poderes los días 4, 11 y 18 de junio.
Treviño tomó posesión del cargo ese mismo día (22 de febrero).
A pesar de su regreso a la gubernatura, Treviño ya no representaba el liderazgo que había mostrado en tiempos pasados, siendo simplemente una mera figura simbólica, y representó una gran falta de liderazgo en el estado, la cual se había dado desde la renuncia de Bernardo Reyes, y cuya influencia todavía estaba presente.
Luego de este incidente, Treviño decidió desterrarse voluntariamente a Nueva Orleans.
Para ese momento Carranza tenía contemplado al veterano general Treviño para que se uniera al Ejército Constitucionalista, por lo que le envió una oferta, proponiéndole la jefatura del movimiento revolucionario y para ello envió a dos emisarios con la propuesta: al capitán Rafael Saldaña primero, y después al licenciado Eliseo Arredondo; sin embargo, en ambas ocasiones, Treviño, debido a su avanzada edad, terminó por declinar la oferta, lo que dio lugar a rumores de que Treviño aspiraba a ocupar la presidencia de la República.
Padeció, sin poder hacer nada, la amenaza del reparto de tierras y, ante sus propias limitaciones, emigró hacia la frontera.
Sus restos fueron regresados a Monterrey, donde se le rindieron honores dignos de un caudillo militar.