Entre los manuscritos que conservan tales representaciones hay un sello compuesto de tres anillos (nudo borromeo) del siglo XIII.
Se dice que San Patricio utilizó el trébol para simbolizar la Trinidad durante sus predicaciones en Irlanda El trifolium y la cruz de trébol se utilizaron como símbolos cristianos.
1411, donde los tres ángeles, representando las hipóstasis de Dios, bendicen el cordero sacrificado por Abraham).
En el siglo XII se divulga una imagen de la Trinidad inspirada en la respuesta que Jesús da al Sumo Sacerdote en el Sanedrín (Mateo 26:64): "Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo".
El Padre se representa como un anciano, frecuentemente con nimbo triangular, con un cetro, una esfera o ambos elementos en las manos, y sentado en un trono; a su derecha, el Hijo, también entronizado, acompañado de los símbolos de la Pasión; y entre ellos la paloma que representa al Espíritu Santo.
La esfera suele ser transparente, con aspecto de cristal; representa a todo el universo, sobre el que la Trinidad impone su poder divino, lo que a veces se indica poniendo los cetros de Padre e Hijo sobre ella.
Otra solución iconográfica, que terminó por suscitar recelos eclesiásticos, pero que tuvo mucho desarrollo desde el siglo XII, es la representación de la Trinidad como una figura tricéfala, muy del gusto de los bestiarios medievales, construida con un solo cuerpo y tres cabezas.
Semejante contaminación del paganismo era incompatible con la Contrarreforma post-tridentina, explicitándose en una condena papal con Urbano VII (1628).
La Sagrada Familia compone una "Trinidad terrena", mientras que en un rompimiento de gloria asisten a la escena Dios Padre y el Espíritu Santo (que con el propio Jesús compoenen la "Trinidad celestial").
La propia cruz delimita cuatro espacios donde se desarrollan escenas de la Pasión.
La línea vertical que une idealmente las tres figuras tiene como punto focal la hostia consagrada en el altar, en torno del cual se desarrolla la disputa teológica.