Su servicio en el ejército de las Provincias Unidas duró cinco años, que fueron dedicados en su mayor parte a asedios.
[5] En 1642 murió el cardenal Richelieu y cinco meses después fallecía Luis XIII de Francia.
Sin embargo, pronto fue enviado al Rin, donde el ejército de Sajonia-Weimar había sido derrotado por Francisco de Mercy, para defender el flanco occidental del ejército bávaro.
[8] Luego se sitiaron Oppenheim, Maguncia y otras ciudades del Rin.
Los franceses se retiraron hacia Nördlingen pero las tropas bávaras llegaron antes a la ciudad y ocuparon posiciones defensivas.
Turena tuvo un papel destacado en la batalla y cuando Cristina de Suecia escribió una carta a Luis II dándole gracias por vengar la derrota del ejército sueco en el mismo lugar once años antes, Luis contestó que: Después de esta victoria Luis II de Borbón-Condé enfermó y tuvo que regresar a Francia.
Cuando las tropas imperiales se retiraron, Turena ocupó Tréveris y realizó algunas fortificaciones en el río Mosela, tras lo cual volvió a París en febrero de 1646.
Turena decidió realizar una maniobra sorprendente y avanzó hacia el sureste, cruzando el río Lech, tomó la ciudad de Landsberg, donde encontró provisiones, y ordenó a la caballería que avanzara hasta Múnich.
[13] La campaña de 1647 la ocupó Turena en enfrentarse a las tropas bávaro-imperiales en el Palatinado.
Mazarino hizo encarcelar a Longueville, Condé y Conti tratando de apaciguar la situación, pero la oposición creció.
Las tropas realistas contraatacaron, tomaron Rethel y avanzaron contra las tropas de Turena, quien se vio superado en número, por lo que decidió retirarse, pero perseguido por su rival fue derrotado en la batalla de Rethel.
Turena fue puesto al mando del ejército real, que estaba apostado junto con la corte en Poitiers, mientras que las fuerzas frondistas se hallaban en Montargisand, cerca del Loira.
Turena decidió forzar la batalla contra Condé y para ello cruzó el río Sena en Epinay.
[18] Condé colocó a su ejército en una situación ventajosa entre el río Marne y el Sena, cerca de Charenton-le-Pont, y por la noche intentó introducir a parte de su ejército en París pero no se le permitió.
Turena había cazado a Condé en una ratonera y tenía intención de destruir al ejército frondista.
[19] Luis II de Borbón-Condé dejó Francia para unirse a los ejércitos españoles que se encontraban en Flandes.
[22] Tras esta batalla Enrique marchó hacia Le Quesnoy, ciudad que fue tomada en dos días.
Sin embargo, no llegaron a buen puerto y la guerra continuó en 1656 con el sitio de Valenciennes por Turena.
Turena tuvo que abandonar el sitio de la ciudad y retirarse con los restos de su ejército hacia Le Quesnoy, marchando después hacia Lens y Arras.
Condé intenta liberarla pero Turena bloquea a las fuerzas españolas en la playa donde, además del ataque francés, el ejército español debía soportar el fuego que recibía en su flanco derecho por parte de los barcos ingleses.
Después de su conversión vivió tranquilamente en París, acudiendo raramente a la corte.
Los holandeses pidieron la paz a Francia pero los términos tan duros propuestos por Luis XIV bloquearon las negociaciones.
Los ejércitos imperial y brandeburgués se reunieron en Coblenza donde pensaban cruzar el Rin.
Montecuccoli se quedó entre Wurzburgo y Ochsenfurt y los dos ejércitos estuvieron cerca el uno del otro por espacio de quince días hasta que Enrique marchó a la margen derecha del río Meno, mientras que Montecuccoli se fue hacia Maguncia, pasó a Miltenberg y se reunió con Guillermo de Orange antes de que Turena pudiera interceptarle.
Los franceses se vieron obligados a evacuar todas las plazas que mantenían en su poder entre el Rin y el Mosa a excepción de Maastricht, que se mantuvo en poder francés hasta la firma de la paz.
Otro ejército imperial avanzó hasta Estrasburgo y tras cruzar el Rin se dirigió a Gravenstadt.
Comenzó la campaña de 1675 uniéndose al ejército francés en Sélestat, a orillas del río Ill.
[34] Cuando Montecuccoli conoció la noticia exclamó: Según los autores de la época, toda Francia lamentó su muerte.
Es notable que, contrariamente a la experiencia general, se convirtió en mucho más impetuoso según pasaban los años.
En sus primeros años rara vez se aventuraba a dar una batalla, excepto cuando la victoria estaba casi segura, pero la confianza que le dieron las victorias le confirieron la capacidad de diferenciar lo difícil de lo imposible.