En 1774 su padre dictó testamento y les dejó a los hermanos un tercio de su fortuna, dejando el resto a sus hermanos Fernando, afincado en España, y Miguel, quien vivía en Nueva España (México).
Ese mismo año nació su primer hijo, Josef Manuel Eugenio.
Esa noche en una nueva tertulia se leyó el panfleto, pero en vez de entregarlo después a las autoridades se hicieron copias que circularon de mano en mano.
El 27 de junio del siguiente año, el Cabildo reconoció en una acordada "los méritos que ambos Escalada y su difunto padre contrajeron en obsequio y veneficio de esta República".
Enunciaba los méritos de Francisco Antonio, indicando que fue elegido en 1777, "Regidor y Defensor de Pobres, Tesorero de Propios y Alférez Real, para el paseo del Real Estandarte, la víspera y día del Glorioso Patrón el Sr. San Martín, cuyas respectivas obligaciones , no se puede negar, las desempeñó con el particular amor, eficacia y generosidad que es público ... como igualmente lo verificó en varias comisiones particulares ... como en las fiestas anuales del Santísimo Corpus Christi y San Bonifacio ... y fue diputado, con don Pedro Díaz de Vivar, para el aseo del Palacio que, a expensas de este Cavildo, se preparó al Exmo.
Escalada desempeñó sus funciones como Conciliario en el Tribunal de Comercio.
En esas circunstancias, en 1797 protagonizó un áspero debate con el Síndico Juan Ignacio Ezcurra, defensor del proteccionismo mercantil.
Escalada apuntaba directamente "al tirano estanco mercantil de Cádiz": "Poco nos importa - dijo - que se perjudique Cádiz en uno, o más propiamente que deje de ganarlo, si, nosotros, con ese uno, aventajamos un ciento" y agregaba "Nosotros no somos apoderados del comercio de Cádiz, ni del de Lima, ni Habana, ni tenemos representación para reclamar sus fantásticos derechos sobre nosotros".
Tras decidir celebrar un Te Deum, otorgar 12 dotes para doncellas, informar al Rey y al Virrey acerca de la Reconquista, otorgar pensión a las viudas de los muertos en la lucha, organizar fuerzas militares para rechazar una previsible segunda invasión e inventariar con idéntico objeto los recursos de guerra y alimentación disponibles, el Alcalde Francisco Lezica puso a consideración de la Asamblea el problema de fondo: si se le debía o no admitir en el mando de las fuerzas al Virrey Sobremonte siendo público y notorio que las tropas y el pueblo no aceptaban su jefatura, planteo cierto pero revolucionario en sus efectos.
El acta capitular refleja su voto: "Por el Señor Don Francisco Escalada se dixo; que se conformava en todas sus partes con el voto del Señor Comandante, Don Martín Rodríguez", el que a su vez afirmaba "que en la imposibilidad de conciliar la permanencia de la autoridad del Gobierno con la opinión pública, reproducía en todas sus partes el dictámen del Señor don Cornelio Saavedra y de que el Señor Síndico tenga voto activo y decisivo en su caso, es decir, activo cuando no haya discordia, y decisivo cuando la haya".
Pese a las medidas formales de reconocimiento al nuevo mandatario dispuestas por el Cabildo encabezado por Escalada, Alvear era recibido En efecto, el 30 de enero los mandos del Ejército del Norte se pronunciaron ante su comandante el general José Rondeau contra Alvear: Martín Rodríguez, Manuel Vicente Pagola, Cornelio Zelaya, Carlos Forest, Martín Güemes, Juan Ramón Rojas, Rudecindo Alvarado y Domingo Soriano Arévalo, junto a otros 7 oficiales, en nombre de "los respectivos Cuerpos que representamos, prontos a dar la vida por su Patria, y en unión con todos los pueblos del Perú y el heroico de la Capital, cuyos representantes gimen oprimidos, víctimas de una facción horrorosa, protestan ante V.
Para salvar su gobierno Alvear intentó primero reducir a Artigas, enviando a esos efectos una división contra la provincia de Santa Fe al mando del coronel Ignacio Álvarez Thomas, pero este al llegar a Fontezuela (Pergamino) el 3 de abril se sublevó y marchó sobre Buenos Aires.
Alvear acantonó su tropas en Olivos, pero pronto fue incapaz de frenar la deserción.
El Síndico don Juan Cossio supo este hecho, e inmediatamente junta al pueblo este mismo día, va a Cabildo, hace presente la tropelía echa al Director Álvarez, y la ninguna facultad que le asistía por sí solo, sin conocimiento del pueblo, para nombrar a otro; de cuyas resultas el pueblo depone a Escalada, y repone a Álvarez, de manera que Escalada fue Director por tres horas, pues se reconoció a las 9 de la mañana, y a las 12 del mismo día cesó".
[18] El Cabildo Abierto nombró una nueva Junta llamada "Reformadora", entre cuyas funciones estaría renovar el Estatuto y que estaba integrada por Manuel Antonio Castro, el Deán Gregorio Funes, los presbíteros Luis José de Chorroarín y Domingo Achega y el abogado Tomás Antonio Valle, y una "Junta de Vigilancia" o "Comisión de Seguridad Individual" integrada por Miguel Mariano de Villegas, Juan García de Cossio y el gobernador intendente Manuel Luis Oliden.
La situación pronto se tornó inmanejable para Escalada, ante un Cabildo que conservaba en teoría sus atribuciones y dos Juntas que ceñosas de sus prerrogativas se consideraban en última instancia como soberanas.
Sin embargo, Díaz Vélez llegó por su cuenta a un acuerdo con el representante de Vera, Cosme Maciel.
Escalada fue designado junto a al coronel Marcos Balcarce y al doctor José Miguel Díaz Vélez, junto al diputado Miguel Calixto del Corro designado por el Congreso de Tucumán, para llegar a un tratado definitivo con Vera.
En su tumba en el Cementerio de la Recoleta, declarada Monumento Nacional, puede leerse "Aquí yace Don Francisco Antonio de Escalada quien sirvió a su patria en los cargos más graves y honoríficos.
Los hermanos escoceses Juan y Guillermo Parish Robertson dirían de Francisco Antonio de Escalada que "era la más perfecta personificación del español grave, digno y urbano.
Actuaba en forma prominente en los negocios principales de su ciudad natal", y continuaban: "Nunca hizo más honor a la toga civil un patriota mas decidido.
Pertenecía a una de las familias más distinguidas del país, y su conducta pública fue siempre irreprochable.