No identificado con ninguno de los partidos dominantes, le preocupaba ante todo la organización institucional del país.
Introdujo innovaciones administrativas que tuvieron vigencia hasta pasada la primera mitad del siglo XIX, y llevó adelante una política de claro corte liberal, inspirada en las enseñanzas de Adam Smith y Jean Baptiste Say.
Ante el rumor que se hablaba en ese entonces de sancionar una Constitución en España, se expidió con escepticismo al afirmar "...si esta constitución es justa y liberal, solamente la libre sanción de los pueblos puede legitimarla; la fuerza y la opresión jamás han producido derecho".
El proyecto de constitución preparado por la comisión formada por el propio García, Nicolás Herrera, Hipólito Vieytes, José Valentín Gómez, Pedro Somellera y Gervasio Posadas –este último por la renuncia de Pedro José Agrelo– nunca pudo ser tratado, ya que por ese entonces "no era oportuno pensar en una constitución escrita,"[6] porque la preocupación principal recaía en el avance del ejército realista en el norte del país, el bloqueo que ejercía la escuadra realista en el Río Uruguay y el peligro de las fuerzas españolas estacionadas en Montevideo.
En dicho documento, García describía el desarrollo de la revolución desde 1810 y remarcaba el cambio en el escenario político europeo, generado por la caída del imperio francés, que sin duda alguna generaría el inicio de las demoradas represalias del gobierno español para con sus colonias rebeldes.
A su vez, destacaba la precaria situación general debido a las derrotas del Ejército del Norte en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma, el marcado empobrecimiento de las clases productoras por la pérdida del comercio con el Alto Perú, las importantes cargas contributivas que se les habían impuesto para financiar los ejércitos, y la devastación provocada por los "grupos armados" de Artigas en el Litoral.
[19] En Buenos Aires se esperaba encontrar oxígeno político a través del reconocimiento de —y la vinculación con— Gran Bretaña.
Con respecto a la Misión de García, Nicolás Herrera (exministro del Director Alvear) dijo
García compartía la interpretación predominante en Buenos Aires sobre la negativa de José Artigas a someterse a la autoridad central organizada como un estado unitario, por considerar que el modelo "Confederado" adoptado por Artigas atentaba contra la unidad nacional y promovía tendencias inconvenientes en tiempos en que la misma independencia no se encontraba asegurada.
[26] Era considerada como particularmente peligrosa, debido a que el modelo propuesto por Artigas se extendía con notable facilidad por Entre Ríos, provincia de Corrientes, y Santa Fe.
Si bien la mayor responsabilidad parece recaer en Herrera,[29] en una carta al Director Supremo Pueyrredón relataba:
[35] Para evitar esta posible alianza entre España y Portugal, García intentó lograr la intervención favorable de Gran Bretaña.
Henry Chamberlain, le permitió comprender la verdadera política inglesa para con las Provincias Unidas, consideradas "vasallos rebeldes" del Rey de España Fernando VII.
Durante su gestión se crearon la Contaduría, la Tesorería y la Receptoría, todas dependientes del Tribunal de Cuentas.
Estos últimos viajaron a Londres, donde consiguieron un crédito por un millón de libras esterlinas con la firma Baring Brothers & Co.
El 12 tuvo lugar la primera, incitados los diputados por una nota del gobierno que llamaba la atención sobre la demora; se observó la cláusula sobre la libertad de culto, pero quedó entendido — aunque no se modificó el tratado— que las provincias tendrían la facultad de resistir la tolerancia del culto "cuando chocare con sus instituciones resguardadas por la Ley Fundamental o lo resistiese la opinión pública."
Por otro lado, si bien Buenos Aires había abandonado la lucha por la independencia, no se podía descartar completamente una posible reacción de España para reconquistar sus perdidas colonias sudamericanas, tanto desde Europa como desde el Alto Perú, aún bajo el régimen colonial.
Con su independencia aún no reconocida por España ni por ninguna potencia europea, los principales dirigentes porteños – entre ellos García – decidieron manejarse por el terreno diplomático en lugar de recurrir a las armas para recuperar la Provincia Oriental.
Muchas conjeturas se hicieron sobre esos "desentendimientos", formando dos grandes teorías: una afirmaba que fueron generados por agentes brasileños en la ciudad Oriental, ya que el accionar hostil de su país había persuadido a los ingleses de tomar cartas en el asunto.
En particular, los influyentes comerciantes y los crecientemente poderosos estancieros clamaban ruidosamente por un rápido final de la guerra.
El embajador británico en Río de Janeiro, Sir Robert Gordon, escribiría a lord Ponsonby: "Los recursos de este Imperio parecen inmensos y creyendo como yo que Brown -grande como es- no puede con sus goletas aniquilar a la armada brasileña, simplemente tendrá Ud.
Como el historiador militar británico Brian Vale dijo, " [...] Juncal había hecho poco para empujar el Imperio en la dirección de la paz.
Por su parte, Ponsonby lo consideraba su mejor aliado, y escribía al ministro de relaciones exteriores británico George Canning.
Esta instrucción refleja la crítica situación interna del gobierno de Rivadavia, desesperado por encontrar la paz para afrontar los otros grandes problemas que azotaban al país, es decir, la enorme crisis económica, la oposición de las provincias del interior, etc.
Tras tres reuniones infructuosas, las presiones del gobierno británico por terminar rápidamente con el conflicto para reanudar el comercio, la inflexible postura del gobierno brasileño y el crítico estado político-económico de las Provincias Unidas, llevaron a García a decidir por sí mismo la paz sobre otras bases.
Tal vez sin notarlo los diplomáticos brasileños, se dejaba la puerta abierta a la independencia uruguaya.
[79] Otros autores, en cambio, afirman que mal puede atribuírsele a este responsabilidad alguna a García con los términos del tratado final firmado por Juan Ramón Balcarce y Tomás Guido, cuando –al no haber sido ratificada por el Congreso– la Convención Preliminar no vinculó en forma alguna al Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Tal vez el pasaje que mejor exprese el pensamiento político de García sea el siguiente:
Rosas lo nombró embajador en Brasil, en Perú y en Inglaterra sucesivamente, pero rechazó todos esos nombramientos.
Resultó ser la carta al primer ministro británico que le había entregado Carlos María de Alvear.