Diádocos

Los términos «diádoco» y «epígono» fueron acuñados por el historiador Johann Gustav Droysen, quien llamó a los generales que se disputaron el poder justo tras la muerte de Alejandro «diádocos», siendo los «epígonos» las siguientes generaciones de reyes helenísticos.

Todos los comandantes con experiencia tuvieron entonces que hacerse la pregunta de quién debía suceder a Alejandro.

Pérdicas y otros oficiales querían esperar a ver si Roxana, la embarazada esposa de Alejandro, traía un hijo al mundo.

La asamblea del ejército macedonio pidió coronar al hermanastro disminuido psíquico de Alejandro, Filipo Arrideo.

Poco después del reparto de satrapías, los antes laboriosamente reprimidos conflictos se hicieron cotidianos.

Las subsiguientes batallas, en cuyo desarrollo cooperaron los dos generales «monárquicos» Poliperconte y Eumenes, se prolongaron años.

Mientras tanto Poliperconte había aparecido en Grecia como un presunto libertador de las polis, pero pronto perdió el poder.

Así enfrentó a los dos antigónidas una coalición compuesta por Casandro, Lisímaco y Seleuco, mientras Ptolomeo esperaba el desarrollo de los acontecimientos.

Como resultado de los combates se habían formado tres estados sucesores, que subsistirían hasta la aparición de Roma en el siglo II a. C.: la Dinastía Ptolemaica en Egipto, el Imperio seléucida en Asia y la Dinastía Antigónida en Grecia.

El legítimo heredero al trono era su hijo mayor, Ptolomeo Cerauno, quien huyó con su madre a la corte de Seleuco.

Seleuco quiso entonces conquistar Macedonia y Tracia, pero poco después de volver a Europa fue asesinado por Ptolomeo Cerauno.

[2]​ Todo el país conquistado era teóricamente propiedad del rey, por lo que este podía también legarlo a una potencia extranjera como los romanos.

La adoración ritual de los diádocos gobernantes no fue inicialmente promovida por ellos mismos, sino desde el exterior por las polis griegas «libres».

Los funcionarios locales pocas veces eran admitidos en oficios superiores, que solían ocupar macedonios o griegos.

También se empleaban camellos, catafractos, carros con guadañas y máquinas de asedio, habiendo realizado enormes progresos la tecnología para los sitios.

Además, la acuñación de moneda y todo el sistema estaban en manos del estado.

Los reinos diádocos estuvieron marcados por dos grandes contrastes: la separación en capas sociales y la división de nacionalidades.

La denominación «macedonio» fue pronto asimilada al concepto de estado y más tarde se aplicaba incluso a los judíos.

Por otra parte, la mujer tenía una participación importante en el acceso a los derechos civiles de las ciudades extranjeras.

El centro intelectual del judaísmo helenístico dejó de ser Jerusalén y pasó a Alejandría.

La religión era un asunto privado, permaneciendo solo el culto al gobernante como elemento de cohesión.

La innovación político-religiosa más importante aparte de esto probablemente fuese la introducción del culto a Serapis por Ptolomeo.

Aquí logró la matemática geográfica su pleno desarrollo, realizándose contribuciones igualmente importantes a la filosofía y la astronomía.

Si bien la capital ptolemaica destinada a ser centro cultural del mundo helenístico se amplió, no lo fueron menos otras ciudades.

Incluso en la época de Alejandro Piteas navegó hasta el Mar del Norte y descubrió Gran Bretaña.

Ptolomeo II envió emisarios a la India y mandó explorar el interior de África.

En general, puede afirmarse que la literatura helenística se movió en el contexto de los géneros ya bien conocidos, pero desarrollándolos y refinándolos.

El proceso de transformación en la literatura fue promovido por las escuelas públicas y las extensas bibliotecas propias del período helenístico.

Durante esta época se desarrolló un sistema de control sobre la política exterior, que dio solidez a las relaciones entre los estados.

Diodoro Sículo, Pompeyo Trogo y Apiano, que escribió un resumen del Imperio seléucida, son sin embargo fuentes antiguas importantes.

Cabeza de Demetrio Poliorcetes. Bronce. 300-280 a. C. Museo del Prado , Madrid .
El imperio que Alejandro legó a sus sucesores, con el curso que este había hecho.
Los reinos de los diádocos y sus vecinos tras la batalla de Ipsos (301 a. C.), Seleuco (amarillo), Lisímaco (anaranjado), Casandro (verde) y Ptolomeo (violeta).
Busto de Ptolomeo I Sóter, rey de Egipto (305–282 a. C.) y fundador de la Dinastía Ptolemaica. (Mármol del siglo III a. C., Museo del Louvre).
Seleuco I Nicátor, fundador del Imperio seléucida. (Mármol romano de la época imperial, Museo del Louvre).
Alejandría fue el centro económico del mundo helenístico.
El filósofo Epicuro fue contemporáneo de los diádocos.
Menandro, renovador de la comedia.