Comandancia política y militar de las Islas Malvinas

El rioplatense Jorge Pacheco y el empresario franco-argentino, aunque nacido en Alemania, Luis Vernet solicitaron al gobierno que se les concediera una patente para establecer un asentamiento en las islas y se nombrara a un nuevo oficial a cargo.

Se realizó un nuevo intento dos años más tarde, esta vez exitoso, formando un próspero asentamiento permanente bajo la dirección de Vernet.

Llevó además personal de servicio y peones en el que los rioplatenses (afroamericanos, gauchos e indígenas) eran mayoría.

Cuando arribaban naves loberas y pesqueras contratadas por la comandancia, el número se elevaba a tres centenares.

La mujer aceptó la invitación y la propuesta de bendecir la segunda comandancia; Vernet declaró un feriado en homenaje a la líder indígena.

Para esa época, en algunos círculos empresariales y militares del Reino Unido había comenzado a gestarse un renovado interés en el aprovechamiento económico de los territorios atlánticos meridionales en general y del archipiélago de Malvinas en particular.

Según el Almirantazgo Británico, tal acción conseguiría varias ventajas adicionales, como la de facilitar la actividad de pesqueros, balleneros y foqueros, controlar la piratería y abrir el camino a Australia.

En una nota al crecientemente influyente Robert Peel, considera de fundamental importancia que Londres se apoderase:

Vernet envió al Harriet a Buenos Aires junto con los documentos probatorios necesarios para el debido juicio.

Luego, en lo que Goebel califica como el pico de la indiscreción y desmesura,[34]​ entregó al gobierno argentino un ultimátum: si el Harriet y su capitán no eran liberados inmediatamente, ordenaría a la nave estadounidense ejecutar una represalia sobre las instalaciones argentinas en las islas Malvinas.

En una reunión concertada con Woodbine Parish y Henry S. Fox, embajador y cónsul británico respectivamente, éstos aseguraron a Slacum que Argentina no tenía derechos sobre el archipiélago, a cuya soberanía Su Majestad "no había renunciado".

[38]​ Anchorena le respondió a Slacum que tales decisiones estaban fuera de sus atribuciones como cónsul y que protestaría y haría valer los derechos soberanos argentinos en caso de eventuales perjuicios al personal e instalaciones malvinenses.

El nuevo ministro de relaciones exteriores, Manuel J. García, respondió asegurando que habían cumplido las instrucciones del comandante Vernet, nombrado legalmente por el gobierno argentino, y que por consiguiente sólo podían ser juzgados por las Provincias Unidas.

Tras la lectura del informe, Jackson retomó su discurso belicista y apoyó la acción de Duncan, afirmando:

En su mensaje anual al congreso de los Estados Unidos repitió sus elogios al marino, calificó la captura argentina del Harriet como piratería, e instó a preparar una expedición naval a fin de proteger los intereses estadounidenses en el Atlántico Sur.

Además haría hincapié en el hecho de que los buques estadounidenses habían mantenido actividad en la zona por los últimos cincuenta años, e intentaría negociar la firma de un acuerdo por el que las Provincias Unidas asegurarían a Washington un permiso para continuar con la actividad pesquera.

[32]​ Maza contestó el 25 de junio, asegurándole a Baylies que sus cargos contra Vernet debían ser tratados con especial consideración y cuidado, y que el gobierno argentino, como parte de la investigación en curso, había solicitado al comandante una respuesta ante los cargos del consulado estadounidense.

Esto extremó aún más la postura de Baylies, quien envió el 10 de julio una nota a Maza en la que, repitiendo punto por punto los argumentos británicos, afirmaba que Estados Unidos no reconocía la potestad argentina sobre Malvinas.

Luego de una reunión en la que ambas partes mantuvieron sus afirmaciones, el 3 de septiembre Maza envió a Baylies el pasaporte, insistiendo en que Washington se disculpara por lo sucedido e indemnizara al Estado argentino por las pérdidas causadas.

[32]​[49]​ Ignorando las reservas del propio Slacum, Baylies incluso animó a Fox para que su gobierno se apoderara de las islas por la fuerza.

Nueve días después la nave emprendió un viaje de patrullaje por las islas que incluía una visita a Tierra del Fuego.

De aquí en más y por los siguientes once años, ambas naciones no mantendrían embajadores formales ni relaciones diplomáticas oficiales.

El capitán Onslow tomó posesión formal y su tripulación emprendió la tarea de reparar las ruinas del fuerte, abandonado por la Corona británica 59 años atrás.

El sargento Sáenz Valiente y seis cabecillas partícipes del asesinato de Mestivier fueron condenados al fusilamiento.

[64]​ El gobierno argentino calificó la respuesta de Palmerston como insatisfactoria, por lo que a través del ministro Moreno se volvió a presentar una protesta formal el 29 de diciembre, aunque esta vez no se obtuvo respuesta del Foreign Office.

En los años siguientes le siguieron cinco protestas más en las que la Argentina exigía la devolución del archipiélago.

La nueva situación provocó un descontento generalizado, en especial entre los peones, que realizaban las tareas más duras y peor remuneradas.

El 23 de ese mes atracó en Puerto Luis la goleta HMS Hopeful seguida por dos balleneras británicas.

Smith asumió al día siguiente el mando del archipiélago y ordenó la captura de los sublevados, refugiados en los cerros vecinos.

Rivero y sus compañeros estaban en ese momento preparando una rudimentaria embarcación para dirigirse al continente.