Su poder abarcó prácticamente toda la Patagonia, desde Punta Arenas hasta el Carmen de Patagones y el Río Negro.
Fue llamada "la Grande" por Luis Vernet en alusión a la zarina rusa Catalina II de Rusia, cuando la conoció en Península Valdés en 1823.
Demostrando un gran poder económico María intercambiaba carne, pieles, mantas de guanaco y plumas de ñandú por espadas, cuchillos, tabaco, yerba mate, frenos, monturas, fusiles, plomo para balas, paños, cuentas, harina, azúcar y alcohol, entre otros codiciados bienes del blanco.
Usando una pequeña figura de madera, que María llamaba “su Cristo”, con quien decía hablar, realizaba, en un interesante sincretismo religioso, una ceremonia donde se mezclaban ritos indígenas y cristianos –esto le habría valido el nombre de “Santa María” que le puso Charles Darwin.
En un momento del ritual, la cacique ordenaba a su marido Manuel perforar los brazos y orejas de los hombres con una lezna, provocando el sangrado, lo cual era considerado por sus seguidores como un verdadero honor.
Se dice que María se mareó mucho durante el viaje en barco, comió correctamente en la mesa y hasta cantó en una de las veladas musicales que organizaba siempre María Sáez de Vernet para las visitas.
Mientras María vivió, no hubo guerras tribales en la región y ninguna tribu tomaba decisiones de importancia sin previamente consultarla.
Se calcula que a su muerte tendría cincuenta y tres años de edad.