Para ello han adoptado una estrategia común, desarrollando hojas que repelen el agua de su superficie.
A esta estrategia se suman otras, como el crecimiento lianoide y el epifitismo, muy común entre las criptógamas.
Bajo el dosel lauroide sobreviven además diversas especies propias de los bosques tropicales.
Se caracteriza por árboles de hoja perenne y madera dura, que alcanzan hasta 40 metros en altura.
Perennifolios porque la benignidad del clima permite una actividad biológica continua, y pluriespecíficos por la notable diversidad de especies arbóreas en la bóveda forestal.
Las precipitaciones son abundantes, de 1500 a 5000 mm según las localidades, y están regularmente repartidas en el transcurso del año, si bien aún se nota el influjo mediterráneo con 3-4 meses subhúmedos en verano.
Esta región queda todavía en el área de influencia del anticiclón subtropical, que por este flanco envía aire cálido, húmedo e inestable hacia las latitudes altas.
La temperatura media ronda los 20-21 °C, con inviernos suaves y veranos no excesivamente calurosos, debido al efecto moderador de las abundantes lluvias.
Un clima de estas características se califica como subtropical húmedo o como templado lluvioso con veranos cálidos.
La laurisilva atlántica cubría el continente europeo, el norte de África y Oriente Próximo en Asia, durante la Era Terciaria, cuando el clima tropical dominaba la cuenca del Mediterráneo.
Actualmente sus mayores poblaciones se encuentran en las islas de la Macaronesia (Canarias, Madeira), en el océano Atlántico norte, donde forman la denominada laurisilva o monteverde.
Muchas plantas de la laurisilva macaronésica tienen sus parientes más próximos en lugares tan remotos geográficamente como África del Sur o Suramérica, los géneros Persea, Ocotea y Maytenus, por ejemplo, aparecen también en las laurisilvas suramericanas, lo cual atestigua el antiquísimo origen de esta flora.
Por aquel entonces, el clima del sur de Europa era más cálido y húmedo que en la actualidad, y la vegetación que circundaba las orillas del antiguo mar Mediterráneo debía ser similar a la de la actual laurisilva macaronesia.
La mayor parte del último remanente de selvas laurisilvas en torno al mediterráneo se cree que pudo haber desaparecido hace aproximadamente 10 000 años en el final del Pleistoceno, cuando la cuenca del mediterráneo se convirtió en más cálida y seca, aunque algunos remanentes de la flora del bosque de laurel todavía persisten en las montañas meridionales en España, norte-centro de Portugal y norte Marruecos, y tres especies constitutivas: Laurus nobilis, Ilex aquifolium y Hedera helix siguen siendo extensas.
Una adaptación notable es la esparraguera: mientras en Canarias se conserva la forma original, un bejuco frondoso, en el resto del Mediterráneo ha evolucionado a una especie espinosa.
La localización de las islas de la Macaronesia en el océano Atlántico norte moderó estas fluctuaciones climáticas, y mantuvo el clima relativamente húmedo y suave que ha permitido que estos bosques persistan hasta hoy.
Pero el nuevo clima postglacial es más seco que el del Terciario, y ante estas nuevas exigencias ambientales, la primitiva flora europea tropical evoluciona y da lugar a la actual flora esclerófila de la cuenca mediterránea.
Al mismo tiempo, aislada del continente, la flora terciaria de macaronesia evolucionó independientemente, lo que ha originado numerosos endemismos.
Estos se desarrollan con preferencia alrededor de montañas, donde la humedad introducida por nubes en formación es retenida con mayor efectividad.
Los parientes más próximos de los géneros presentes hoy en día (ilex, laurus, laurelia, arbutus, rhododendron, prunus, erica...) aparecen en los Himalayas, América, Sudáfrica, Europa, Australia y Nueva Zelanda.
[2][3] Solo una especie de la familia del laurel, Umbellularia californica, permanece todavía en California hoy en día.
En algunas zonas del sureste de Honduras también hay bosques nubosos, los más grandes se localizan junto a la frontera con Nicaragua.
Aparecen desde Venezuela hasta el noroeste de Argentina, pasando por Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.
Se distribuye discontinuamente en las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán y Catamarca, integrándose por lo general a las Sierras Subandinas.
Su relieve es variado y en los lugares donde los Andes penetran en la Amazonía encontramos zonas de fuerte pendiente.
Son característicos de esta región los pongos, que son canales profundos formados por los ríos, como el que forma el río Tarma cuando baja hacia el valle de San Ramón, o el del río Urubamba cuando pasa por Machu Picchu.
Se encuentran en montañas y cerros de la Cuenca del Congo, en África Central.
Esto da como consecuencia que la mayoría de especies siempre han estado adaptadas a su predación por herbívoros.
Aunque con el cierre del estrecho de Gibraltar las especies de laurisilva podrían haber repoblado nuevamente la península ibérica, distribuyéndose nuevamente hacia el norte junto con otras especies propiamente africanas, el cambio a un clima más seco y estacional impidió, en general, que ocuparan su espacio anterior.