Asesinato del teniente Castillo
El asesinato de Calvo Sotelo abrió una crisis política sin precedentes en la historia de la Segunda República española y dio el impulso definitivo a la conspiración golpista que desde abril estaba urdiendo un sector del Ejército, apoyado y alentado por las derechas antirrepublicanas.[7] Su nombre aparecía en una lista de militares socialistas, supuestamente confeccionada por la UME, que debían ser asesinados, siendo Faraudo el objetivo número uno.Ante la tumba el teniente coronel Julio Mangada, «visiblemente emocionado» —era íntimo amigo de Faraudo—, declaró «la necesidad de exigir al Gobierno que obre más enérgicamente contra las provocaciones fascistas y reaccionarias y si no lo hace debemos juramentarnos para hacer pagar ojo por ojo y diente por diente».[5][10] En sus memorias No fue posible la paz José María Gil Robles escribió que Mangada había dicho «Tenemos el deber de juramentarnos para exigir ojo por ojo y diente por diente», tergiversando así sus palabras al suprimir la frase «y si no lo hace».[11] Al entierro también asistió el capitán Federico Escofet, que se encontraba en Madrid por haber sido elegido compromisario para la elección del presidente de la República, que se celebraría al día siguiente, 10 de mayo.Los desmanes se extendieron por toda la ciudad hasta que intervino una unidad de caballería.[17][18] Según los historiadores Paul Preston[19] y Gabriel Jackson,[20] los autores del asesinato del teniente Castillo fueron cuatro pistoleros falangistas, pero Ian Gibson tras una exhaustiva investigación señala a unos carlistas pertenecientes al Tercio de requetés de Madrid que querían vengar a Llaguno Acha.Apunta a los carlistas porque unos minutos después de haberse producido el asesinato del teniente Castillo el padre de Llaguno Acha recibió la siguiente llamada telefónica: «Dígale usted a su hijo que le hemos vengado».Gibson también aporta el testimonio del propio José Luis Llaguno quien confirma lo dicho por J.A.«Por todo ello creemos que, acerca del asesinato de Castillo, ya no quedan dudas.[22] Esta última posibilidad es la que le pareció más verosímil a Julián Zugazagoitia.Decidió que el cadáver fuera trasladado a la Dirección General de Seguridad, situada en la calle de Víctor Hugo, donde se instaló la capilla ardiente, concretamente en el llamado salón rojo.Allí acudió la esposa del teniente Castillo acompañada de varios familiares.[33][34] En medio de la indignación, muchos clamaban venganza por este y otros asesinatos cometidos por pistoleros derechistas, como había sido el caso del capitán Faraudo.[30][33][37][27] Los camaradas de Castillo, según Gabriel Jackson, querían «hacer una venganza espectacular» y «sin tener en cuenta ningún partido político o programa, y sin reflexionar en las grandes repercusiones de su acto, decidieron asesinar a un jefe derechista importante».Poco después de hacerse pública la nota del Gobierno, se presentaron en el ministerio de la Guerra, donde su presidente Santiago Casares Quiroga tenía su despacho (pues también ostentaba esa cartera), destacados dirigentes del PSOE (Indalecio Prieto, Juan Simeón Vidarte), la UGT (Manuel Lois Fernández), las JSU (Santiago Carrillo), el PCE (Vicente Uribe) y la Casa del Pueblo de Madrid (Edmundo Domínguez) para ofrecerle todo su apoyo si tenía lugar la sublevación militar que todos pensaban que se iba producir de forma inminente, lo que Casares Quiroga agradeció, pero no dio importancia a los rumores sobre el posible golpe militar.[44][40] Horas después, madrugada del martes 14, estas organizaciones (la CNT no había sido invitada a la reunión que mantuvieron) hicieron pública una nota conjunta:[40]La falta de iniciativa del gobierno para esclarecer el asesinato de Calvo Sotelo contrastó con la febril actividad desplegada contra las derechas, aunque no se consiguió descubrir quiénes habían matado al teniente Castillo.La República seguirá su camino, serena, inconmovible, imponiendo de grado o por fuerza la voluntad nacional».[51][52] La Libertad escribió: «No aceptamos la violencia, pero tampoco toleramos que se cometan asesinatos del pueblo, ahogándole en oleadas de tiranía y miseria».[52] El diario socialista caballerista Claridad dedicó toda la portada al asesinato del teniente Castillo y el asesinato de Calvo Sotelo lo relegó a la última página dedicándole solo unas pocas líneas.[55][56][57] Por su parte, el líder “centrista” del PSOE Indalecio Prieto publicó en la mañana del martes 14 un artículo en su periódico El Liberal de Bilbao titulado «Apostillas a unos sucesos sangrientos» que fue reproducido al día siguiente, total o parcialmente, por toda la prensa favorable al gobierno.En el documento que finalmente se aprobó, con la abstención de la UGT, se instaba a preparar en toda España comités obreros para organizar «milicias populares», solicitar al gobierno armas para ellas y depurar a los militares.Incluso se ofrecía al Gobierno poderse integrar en esos comités —una especie de «sóviets armados», según Stanley G.La representación oficial del Gobierno la encabezaron el subsecretario del ministerio de la Gobernación Bibiano Fernández Osorio y Tafall y el director general de Seguridad Alonso Mallol.