Fue la base de muchos elementos vitales en las expansiones realizadas en el período Posclásico Tardío por la civilización mexica en Mesoamérica.
Un guerrero mexica se destacaba por sus logros y habilidades militares, especialmente la toma de cautivos (maltin) para el sacrificio.
Este tipo de guerra se practicó con pequeños ejércitos con previo acuerdo entre las partes involucradas.
Por otra parte los hijos de plebeyos eran educados en el telpochcalli, donde recibían formación militar semicompleta y aprendían un oficio.
Los guerreros podrían pasar de una sociedad a otra cuando tuvieran suficiente mérito; exactamente cómo sucedía esto es incierto.
El nombre tlamanih (captores) se utilizaba para designar a aquellos plebeyos que habían tomado cautivos dentro del ejército mexica.
Este rango fue establecido después de la campaña militar contra los huastecos, liderada por el tlatoani Ahuitzotl.
Los cuatro tipos de agentes involucrados principalmente en estas tareas fueron los mercaderes, los embajadores oficiales, los mensajeros y los espías.
Los comerciantes, en particular los llamados pochtecah, fueron tal vez la fuente más valiosa de información para la inteligencia del imperio mexica.
Mientras viajaban por todo el imperio y más allá de este durante los intercambios comerciales con grupos fuera del control de los mexicas, el tlatoani solicitaba que al regreso los pochtecah volviesen con información general y específica sobre aquellos lares; como parte de dicha información se incluían datos acerca del clima político percibido en aquellas regiones donde se comerciaba, lo que permitía que el tlatoani evaluará las acciones necesarias tanto para prevenir invasiones como para mantener las hostilidades con grupos rebeldes o en posibilidad de rebelarse.
Dado que el imperio de los mexicas fue expandiéndose, el papel de los comerciante adquirió mayor importancia; esto debido a que se hizo cada vez más difícil obtener información sobre sitios distantes en una manera oportuna, especialmente aquellos que se encontraban fuera del imperio; para contrarrestar esto, la comunicación y la alerta recibida de parte los comerciantes fue invaluable.
A menudo, eran los comerciantes la clave para el éxito de la respuesta del ejército mexica ante las hostilidades externas.
Si un comerciante era asesinado mientras realizaba sus actividades comerciales, esto podía constituir motivo para iniciar las hostilidades; la represalia rápida y violenta de los mexicas ante dicho evento constituye un testimonio de la inmensa importancia que los comerciantes tenían para el imperio mexica.
Para ello, los embajadores explicaban los beneficios que las ciudades obtendrían gracias al comercio con el imperio.
Por ejemplo, los corredores podían ser enviados por el tlatoani para informar a los altepetl aliados sobre la movilización de tropas para sofocar alguna rebelión en las provincias.
Los quimichtin viajaban solo por la noche, e incluso hablaban la lengua y vestían al estilo del enemigo.
Los naualoztomecah también recolectaban información en los mercados, la cual reportaban a los pochtecah de más alta jerarquía Átlatl (Lit.
Brazo extendido): También llamada lanzadardos o estólica por los españoles, esta arma representaba al dios mexica Opochtli.
Se utilizaba para lanzar unos proyectiles denominados tlacochtli, los cuales tenían más alcance y poder de penetración que las flechas disparadas con arco.
[5] Murales en Teotihuacán muestran guerreros usando esta arma característica de las culturas del México central.
Otras fuentes mencionan ejércitos de hasta 700.000 hombres La lucha normalmente empezaba al amanecer.
La señal para atacar era dada por instrumentos musicales como tambores ("Teponaztli") y conchas de caracoles (tlapitzalli).
Esta arma lanza jabalinas era preferida para tiros cortos que las hondas y arcos, por ser mucho más letal.
Esto ha sido utilizado como argumento para explicar la derrota de los mexicas ante los españoles, aunque hoy día se ha descartado dicha posibilidad.
Lanzar ataques sorpresa sobre la retaguardia enemiga utilizando para ello la porción del ejército que se había quedado en reserva.
Si los enemigos aún se negaban a entregar el resto de la ciudad, esta podría ser incendiada, pero esto era poco frecuente.
Algunos cautivos eran sacrificados a Tezcatlipoca en combates gladiatorios rituales (como fue el caso del famoso guerrero Tlahuicole).
La víctima era atada en el lugar del combate a una gran piedra circular (temalcátl)[18] y se le daba un arma simbólica.
[19] En este rito se suponía que el sacrificado debía morir luchando contra un máximo de cuatro o siete guerreros jaguar o águila completamente armados, y cuando cayese sería puntualmente destripado por un sacerdote, pero si el cautivo sobrevivía se le concedía la libertad.
Cuando un guerrero moría, ya fuera en batalla o sacrificado, siempre se hallaba implícita la realización de una ceremonia.