Una concha es la cobertura dura, rígida y exterior que poseen ciertos animales.
Solamente podría decirse que la conquiolina se parece a la queratina, porque ambas son escleroproteínas.
Cuando un molusco es invadido por un parásito o molestado por un objeto extraño que el animal no puede expulsar, entra en acción un proceso conocido como enquistación, por el cual la entidad ofensiva se ve envuelta, de forma progresiva, por capas concéntricas de nácar.
Son, en su mayoría, dextrógiras, es decir, la espiral que la constituye se enrolla siempre hacia la derecha.
Existen otras (muy pocas) que son levógiras (esto es, crecen enrolladas hacia la izquierda) como la Neptunea contraria o Sinistralia maroccensis y, en ocasiones, se encuentra algún ejemplar levógiro de una especie que es normalmente dextrógira, debido a una mutación producida durante las primeras fases del desarrollo de larvario.
Entre las especies denominadas caracolas se incluyen los géneros Melongena, (caracola gigante sagrada o caracol chactel), Pleuroploca (Pleuroploca gigantea), Turbinella y Strombus (familia Strombidae), pero el nombre se aplica a muchas otras especies, especialmente cuando las conchas tienen ambos extremos puntiagudos, es decir, que tienen espiras altas y un canal sifonal notable.
Es por ello que a veces se las ha usado en la horticultura como fertilizante natural del suelo.
Si bien se distintas conchas de grandes gasterópodos marinos se pueden convertir en instrumentos, las especies más comunes que se han usado como trompetas de "concha" son: En muchas culturas se les suele contar a los niños el mito de que puedes escuchar el sonido del océano al acercar a una concha marina a la oreja.