Estas tribus rara vez usan la cerbatana con propósitos homicidas, más bien la usan para cazar o como artículo de trueque.
En las cuencas de los ríos Orinoco y Amazonas es habitual que los cazadores envenenen los dardos con curare para asegurarse las presas.
Uno de estos raros hallazgos se realizó en una tumba mochica localizada en la costa sur del Perú.
Nique y d'Harcourt describen unas vasijas halladas en Trujillo, que están decoradas con la estampa de un cazador armado con cerbatana apuntando a unos pajarillos.
En la parte inferior del jarrón, una persona protegida con un escudo está disparando a las aves valiéndose de una cerbatana.
Es bien sabido que la cerbatana se utilizó en México y la América Central durante la época precolombina.
Sin embargo, sí se han encontrado rastros de esta munición en algunos trabajos arqueológicos realizados en Teotihuacán.
Por este motivo (argumenta Yde), y respaldado por el hecho de que las primeras cerbatanas mexicanas son posteriores a las cerbatanas halladas en la costa peruana, no es probable que esta arma de caza se haya inventado en México o América Central.
Su presencia puede deberse influjos culturales que se remontan hacia atrás en el tiempo, provenientes de América del Sur, y en una fecha relativamente tardía.
La cerbatana era un arma desconocida para los antiguos conquistadores españoles que exploraron las tierras de América del Sur.
Como nota curiosa decir que, aunque en esta brevísima descripción, como se puede ver, no se hace ninguna referencia a la cerbatana, la traducción incorrecta al inglés realizada por Sir Clements R. Markham logró hacerse camino, erróneamente, entre la literatura etnográfica anglosajona, traduciendo «tiraderas con sus estólicas» por la palabra equivalente en inglés de cerbatana.
Los antiguos waodami elaboraban las cerbatanas para sus hijos y, además, les enseñaban como hacer las suyas propias, de tal manera que el conocimiento se transmitiese a las futuras generaciones.
Entre los waodani, la cerbatana es un instrumento de uso exclusivamente masculino, utilizado principalmente para la caza y únicamente en verano, ya que la lluvia puede dañar su contextura.
Las naciones shuar y canelos, vecinos de los achuar, usan las cerbatanas que estos últimos fabrican cambiándolas por especie.
Al norte del Pastaza, las cerbatanas constituyen el principal medio de pago mediante el cual los achuar adquieren bienes manufacturados.
Silenciosa, precisa, y además letal, si se impregnan los dardos con veneno, la cerbatana es una de las armas tradicionales mejor adaptada para la caza menor en la selva.
La caza con arco se reserva a los adultos, mientras que la cerbatana es usada por los ancestros y los principiantes.
El explorador Joseph Gumilla menciona por vez primera el uso de este veneno, nombrado en la literatura antigua también como: uiraêry, uirary, uraré, woorara y wourali.
Los ticuas, un grupo étnico del Brasil, Colombia y Perú, elaboran un tipo de curare llamado «ticuna».
En la cuenca del Orinoco, la cerbatana y el curare son utilizados por diversas etnias y pueblos indígenas, entre los que destacan: En la cuenca del alto Río Negro, los curripacos o banivas fabrican sus propias cerbatanas utilizando en parte tecnología y materiales diferentes a los usados por las otras etnias del Orinoco, e igualmente elaboran su propio curare.
Cada hombre posee su fórmula, y los que fabrican el curare más eficaz, guardan en secreto la receta, perpetuándola en el tiempo gracias al traspaso generacional de padres a hijos.