Estableció un canon en las proporciones del desnudo femenino, que inspiró a muchas obras posteriormente.
[11] La ciudad de Cnido dio la bienvenida a la escultura y la tenía en muy alta estima.
En todas ellas se representa a Afrodita preparándose para el baño ritual que restauraría su pureza (que no su virginidad), despojándose de sus ropajes con una mano, mientras se cubre pudorosamente el pubis con la otra (aidôs), en un gesto de instintivo aunque despreocupado pudor, como si la diosa hubiese sido sorprendida en tal pose por un extraño.
Según Christine Mitchell Havelock,[19] su desnudez significaría el renacimiento divino del mar, el gesto púdico no indicaría vergüenza sino que simbolizaría su fertilidad; la hidria no representaría el baño sino la juventud eterna a través del ritual de limpieza y renovación, y el ropaje no sería un símbolo de su desnudez sino que conectaría compositivamente la vasija de agua y la figura.
[5] Los ropajes y el ánfora cumplen la función de soporte estructural, pese a que la impresión sugerida es la opuesta, de manera que así el cuerpo puede «rotar» levemente hacia adelante y hacia la izquierda.
La disposición de la figura en una actitud íntima recibía el nombre de replegamiento intimista y se utilizó principalmente en la Antigüedad, tanto por Praxíteles como por Escopas, para representar a divinidades y personajes míticos en poses particularmente despreocupadas.
[20] En la mayoría de las copias conservadas, el rostro destaca por su óvalo alargado y totalmente regular.
[25] Pausanias relata que el santuario original de Afrodita conmemoraba una victoria naval ateniense contra los espartanos en 394 a. C. en Cnido:
En la escultura griega, el desnudo femenino apareció unos tres siglos después de su equivalente masculino, el kuros.
La Afrodita de Cnido estableció un precedente para las proporciones del desnudo femenino y sirvió como ejemplo para numerosas copias posteriores.
Al esculpir su obra, algunos estudiosos como Nigel Spivey argumentan que Praxíteles podría haber creado una iconografía para ser vista por una audiencia exclusivamente masculina,[31] así como para evocar una respuesta sexual masculina al ser contemplada, alentada por el personal del templo.
Se reagrupan generalmente en dos grandes familias: el tipo «inquieto», donde la diosa, sorprendida, trata de esconderse, y el tipo «sereno», con un gesto confiado y con aplomo, donde parece más bien que muestra su sexo en vez de ocultarlo.
Del primer tipo las mejores copias son la Afrodita Braschi y la Venus de Belvedere.
[22] Se considera que la Venus Colonna, una copia romana conservada en los Museos Vaticanos, es la mejor del segundo tipo[33] y, aunque no igualaría la refinada belleza del original, sería la que más se le acercaría.
En el siglo IV a. C. las imágenes de las diosas se volvieron más humanizadas, aunque no mostraban sus debilidades.